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sábado, 27 de febrero de 2016

When Max Met Him*

Por supuesto que yo soy Sally. Eso no se discute. Él tiene ese encanto absurdo de jurarse una mierda anti y terminar siendo un encanto por ser una mierda, y yo ese encanto dulce dentro de lo maniático, antipático y terriblemente quisquilloso que puedo ser jurándome la cagada.

No me di cuenta hasta que estuve en el Metropolitano. Sí, estaba de pie, apoyado contra la puerta que nunca se abre mirando la gente bajar y recordando todas las veces que nos hemos visto. Todos los accidentes. Todas las manías. Todos los roces. Todas las charlas esnob que él detesta pero en secreto le encantan que siempre terminan en películas con finales extraños o personas con algún problema mental. Porque sí, a mí me gusta creerme algo loco y a él las personas algo locas y las locas.

Como decía, recordaba nuestros bellos accidentes hasta que caí en cuenta de que hoy fue otro encuentro. El problema es que no sé en qué parte de la película estoy o si ya pasé el final o estoy en el plot point.

Me resulta agradable la idea de verme inmenso en esta historia y sí, sé que cuando lo lea se cagará de risa, pero sabe que así soy yo. Me gusta alucinar despierto. De pronto, no estaría mal que él también se sumerja un poco. No tanto, lo suficiente como para nadar acompañado. Sí. Empiezo a densear, pero es el postmodernismo que me lleva a virar de tema de manera tan jodida.

¿Sabré reconocer el momento? ¿Estaré rodeado de helado y un despecho amoroso? ¿Será otro final de Anomalisa? No lo sé, pero espero que no me escupa de su vida.


domingo, 25 de mayo de 2014

More Than Meets The Eye


"En el Kennedy, nunca encontrarás el amor." - Anónimo

Quizá creas verlo en una rubia de la calle de las pizzas, o en aquella esquina de Porta, pero no. No es amor, es carne.  

Carne. Enter The Void. Qué tal películon, ¿no? A veces me esfuerzo por divagar más. Así no me siento tan aprisionado entre mis palabras.

Carne. Lo áptico. Tocar con los ojos. ¡Aj, dengue! Es gracioso el sinsentido de las cosas, me gusta. No me esfuerzo por escribir párrafos coherentes, pero si guardan sentido bien. Tampoco es que sea el Godard de los blogguers. 

La amiga tiene razón, pero el maricón no entiende. Pobre chico. Bueno, yo estaba igual. Una vez estaba sentado en la esquina cuando un hombre en sus treintas me preguntó dónde divertirse mientras me sexcuestraba con la mirada. Dignamente, le indiqué un posible lugar sin siquiera ponerme de pie. Él me sugirió que vaya con una sonrisa. Yo bajé la mirada sonrojado. 

Cara de ángel. Solo me faltaba un polo rojo.

The Normal Heart. No me la puedo perder. La primera vez que la vi en el teatro, me devolvió el alma, y las ganas de luchar. La historia te mueve absolutamente todo. Quizá porque me vi allí.  Quizá porque ellos me reconocieron también...  Tenemos que verla.

Debo arreglar mi CV. Qué complicado me resulta buscar trabajo. No sé bien a quién acudir para pedir ayuda. Es el diseño, sí, el diseño... No, el otro. Lo extraño un poco. Manhattan. Se fue a La Plata, y ahora no sé donde está. Luego, te fuiste a Buenos Aires... Cuando regresaba llorando solo a mi casa en el taxi, el taxista me dijo: tranquilo, no se ha ido a Europa. Como si fuese fácil poder abrazarte cuando lo necesite. 


miércoles, 9 de mayo de 2012

Sobre "Los abrazos rotos" y "Midnight in Paris"

Hace dos semanas vi la primera. Me enfermé. Salí sudando, luego de haber llorado no sé cuántos minutos en el pequeño cuartito, con unas ansias inexplicables por escribir. No es la primera vez que me ocurre. Ya me había pasado antes. De alguna manera, guardo tal conexión con ciertas películas, que una vez vistas, me invade la necesidad de escribir. Creo que es mi carga sentimental que me grita y pide ser expulsada. Pasan varios minutos para recuperarme de nuevo, y sentirme tranquilo.

Aquella vez, salí presuroso luego de verla, y me encontré con un amigo. No pude mirarlo a los ojos por más de un par de segundos en toda la conversación. Debo ser el mejor antipático social en tales situaciones. Mi mente viajaba, dispersa, se mezclaba; dibujaba varios rostros y lugares que recuerdo muy bien. Émpecé a criticarme, casi desmesuradamente, en silencio, lo poco que había escrito esos días; mi falta de lucha por seguir mi sueño; mi aplazamiento de lecturas; las dudas que invaden mi pensamiento antes de escribir, y otra cosas más. Vivía una implosión. Un par de cigarros y una caminata por una libreria alivió mi tensión. No volveré a verla por un tiempo.

***

Ayer, después de cierta insistencia, la segunda. No voy a negar que la película me gustó a nivel narrativo. Estaba muy bien contada, y varios diálogos me resultaban muy interesantes; no obstante, hubo varias cosas que no me gustaron. En primer lugar, la actuación de Bruni. Sé que se ve linda en pantalla, pero hubiera preferido verla muda. Después, no me agradó ver a Owen Wilson en el papel que tenía. Que hizo una buena actuación, no lo discuto, pero no me convenció él para ese papel. Tampoco me gustó la discusión final entre Gil e Inez, le faltó más fuerza a mi parecer. ¿Lo mejor de todo? Marion Cotillard como Adriana, Alison Pil como Zelda Fitzgerald y "Rinocerontes".

Tal película no me llevó a un suicidio moral interno como cuando vi la de Almodóvar, pero me hizo reflexionar mucho sobre las añoranzas que a veces guardamos con el pasado "mejor".  Para mi suerte, nunca he sentido ganas de volver atrás, siempre me he sentido cómodo con lo que me ha tocado vivir, aunque hay varias cosas que me disgustan, también. Quizá, pienso, algunos anhelan vovler atrás para experimentar y así reordenar ciertas cosas que son percibidas como un caos en la actualidad. Sea cual sea el caso, retroceder es imposible y adelantarse resulta improbable. Por ello, es mejor trabajar ahora y sobre las ideas que uno tiene, ya que hay más certezas sobre estas que sobre la misma realidad.

sábado, 8 de octubre de 2011

La buena compañía

Verán, existen películas que no se pueden ver con cualquier persona, o, mejor dicho, existe un tipo de compañía estricta para ciertos tipos de película, de lo contrario la experiencia de post-consumo puede llegar a ser muy deprimente. Este es el caso de Manhattan. Sí, esa (no sé si) tragicomedia(?) de Woody Allen en la que el personaje principal vive enamorado de una muchacha de 17 años, pero la situación se jode por la llegada de una mujer y porque él tiene 42 años. Pero, no hablaré más sobre la trama, porque no me gusta arruinarle la vida a las personas que aún no la han visto, y porque de eso no trata el post.

Sucede que cuando uno ve Manhattan le sumergen unas ganas  muy fuertes de abrazar, ya sea el celular, una almohada, un novio, una billetera, lo que sea, porque te da ternura. Ok, dije que no hablaría del filme, y lo siento mucho, en verdad, pero es que juro que tengo un punto para llegar hasta donde estoy. Si has llegado asta aquí, puedes leer unas líneas más. Lo sé. Bueno, decía que es de esas películas que te inspiran a abrazar, pero más que eso a buscar cariño, ya sea con una sonrisa, un abrazo, un guiño, lo que sea, por lo que la presencia de alguien que sea especial es muy importante.

No obstante, no basta con que sea especial. No, tiene que estar comprometido a estar allí para que luego de que pasen los créditos haya  algo que compartir sobre esta más allá de un: Un toque, me voy a llamar. Resulta inconcebible, y disculpen si exagero, que uno se dé cuenta que está solo luego de verla. Es desmoralizador, tétrico, altamente acongojante, sentirse así. Y, digo sentirse, porque por más compañía que uno pueda tener, esta puede resultar increíblemente distanciada de lo que está ocurriendo a tu alrededor. Por eso, mucho ojo con quien vamos a ver películas.

Ayer no estuve seguro de cuando me sentí más estúpido, si  luego de ver Manhattan, o mientras estuve en el silencio viendo el inicio del DVD como hipnotizado por más de 10 minutos. Quizá, tenga un terrible problema de socialización, o quizá mi compañía sea drásticamente aburrida en esos casos. Como sea, al final opté por irme a fumar; tal vez porque sentía la necesidad de sentirme sexy, porque un hombre con cigarro en la boca resulta sexy; porque estaba ansioso; porque soy un chibolo cojudo, y porque me gusta fumar, aun cuando estaba un poco mareado sin razón aparente.

Antes de irme a dormir, pensaba en cómo Lima se ponía de acuerdo para joderme una noche con su locura futbolística y sus infinitas muestras de amor. Juro que maldije a cada pareja que vi en las calles, y que hice lo mismo con cada hincha desenfrenado que vi. Mi cabeza me empezó a doler: era hora de soñar. Y recordé que, al menos, mi almohada no se aparta de mí.

Ps: No estoy molesto, solo un poco bajoneado.