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lunes, 17 de febrero de 2014

La ilusión del Fuckbuddy

Sé que puede parecer absurdo, pero aún hay hombres que creen que los fuckbuddies existen. Luego de muchas generaciones de gays que han terminado con el corazón hecho trizas, aún varios persisten en encontrar "ese punto" con el cual tirar y no tener ningún tipo de relación afectiva.  Lo más gracioso es que no son precisamente aquellos que son los más arrechos quienes los buscan, sino los que tienden a ser más pseudoconservadores con la idea de que tirar con uno es suficiente, y no se necesita "ser perra".

¿Qué motiva a un gay a tener uno? Libertad, libertad de flirtear/tirar/lamer/chupar a quien sea sin la exigencia de estar rindiendo cuentas a un sujeto con el que te acuestas continuamente que bien podría ser tu novio. 

Es cierto que varios gays encuentran altamente atractiva la idea de tener una relación "flexible" en la cual tener un Ups! no los separe del otro de por vida. Es decir, una relación "abierta" -palabras que generan espanto entre los más cucufatos-. Eso es lo que ofrece la ilusión del fuckbuddy, pero, detrás de tanta "libertad", ¿no habrá las ganas de tener una relación formal que ha sido negada infinitas veces?

Así mismo, tirar con un solo hombre de manera regular exige cierta fidelidad. Si ambos deciden tener sexo bareback, porque se han testeado absolutamente todo, no pueden estar como una pinga-loca por el mundo. Simplemente, no, porque la pueden cagar, y puede ser que la arrechura les gane, y contraigan alguna ITS que les joda la vida a ambos. Además, como personas que somos, no siempre nos gusta compartir todo. No creo que a todos los chicos les guste compartir la misma verga con el ex (que tanto detestaban) de su ex.

Por último, la rutina del sexo innegablemente termina por generar una serie de sentimientos, lo cual es normal. El problema es cuando estos se entremezclan con amor, o uno busca querer ser correspondido de la misma manera, lo cual no siempre ocurre, y puede hacernos sentir más solos que al comienzo. 

jueves, 1 de marzo de 2012

Una pausa

Hace unos días estaba un poco deprimido, porque no encontraba aquello que me hacía simpático.   Aún busco eso. Divagaba en mis pensamientos cuándo fue aquella vez que me miré en el espejo y me di cuenta que era diferente, que había cambiado, que había dejado la ternura por algo más. Buscaba un periodo en el tiempo, y quizá fue cuando cumplí 19, no estoy seguro. Estaba sumergido en plena angustia hasta que un viejo amigo se me acercó a hablarme. Le comenté sobre mi problema, sobre los caminos que tomamos, y caí en cuenta que parecía  irreconocible. 

Años atrás me hubiera bastado más de un par de minutos para expeler, casi involuntariamente, algo de coquetería. Ahora ya no ocurría eso. Mientras hablábamos, veía que él guardaba en sus memorias la imagen que otros tantos chicos aún conservan de mí: la de un flaco dulce, con cabello ondulado y largo, suave,  y ojos grandes. Él me recuerda así, pero ya no soy así. Le expliqué cómo me miraba, pero que aún no me reconocía del todo. Yo sé que le jodió admitir que el tiempo pasa. En verdad, creo que le molestó más verme así. Empezamos a hablar del rumbo que cada uno siguió.

Él conoció un tipo de mi edad. -Mírese cómo utilizo la palabra tipo, y no persona, porque me siento en posición de guardar distancia de ese sujeto-. Se lo tiró un muy buen par de veces; le abrió su pequeño corazón, pero el muchacho desapareció, casi se podría decir que se esfumó. Aun así, él lo recuerda con tristeza y sonrisa las veces que sintió su piel y afecto. Yo, en cambio, salí con varios chicos con ganas de experimentar ser amado, pero ninguno de ellos tenía ganas de querer. Acabé cagado dos veces, y decidí enclaustrarme por sanidad espiritual. Callamos.

Estábamos en silencio cuando lo rompí para comentarle sobre ciertas cosas muy mías, y a dónde había llegado a parar con los hombres. Él se asombró un poco, me dijo que era un estúpido, que ya no tenía amantes porque no quería, que todo era cuestión de actitud. ¡Actitud, Qué pichulada es esa? Le insulté un poco, sonrío. Para ser pasivo, tienes un carácter... El me aguantó, y me dijo que sí, que todo se basaba en eso, que por último actuase mi interés y dejase de lado mis problemas mentales antes de acostarme con un hombre para así simplificarme la vida. El problema es que me gusta lo difícil, lo trillado, lo imposible, aunque me haga mal.

Me dijo algo que vengo oyendo desde hace un par de meses por varias bocas, que mis problemas mentales espantan a los hombres, a pesar de lo atractivo que quizá llegue a ser.  He llegado a creer que tal vez sí es cierto, que mis dudas, mis pajazasos mentales, aterran, pero es que no puedo controlar mis demonios así no más. Se me escapan por los poros. La gente cree que es fácil para mí salir con un tipo sonreír; lanzar un comentario astuto; sonreír más, y llevar una conversación inteligente a una más morbosa, pero es complicado. Hace tiempo decidí no ser estúpido. 

No tenía más que decir, nos miramos un largo rato. Es difícil para mí aceptarme luego de todo lo que ha pasado. Como si eso me bastara, la operación... La piel es más fresca y sensible que antes, pero con el tiempo pasará. Extraño intercambiar palabras por besos, helados por sudor o sexo por tardes. Debo explorarme más. Aprender más de mí. Como le dije a un amigo, estoy viviendo una segunda pubertad  un poco más jodida que la anterior. Lo bueno de todo esto es que tengo herramientas para salir bien librado.

A aquel amigo, ex amante, le despedí con un beso en la mejilla. Sé que no le gustan las mariconadas, pero a mí me deja, porque soy yo. Ojalá lo vea en un par de meses. Se extravía igual que otros tantos, pero regresan. Cuando llega la tarde, vuelven. En cuanto a mí, quiero jugar un poco cuando esté más recuperado.

domingo, 12 de junio de 2011

El mancebo

No recuerdo cuál tarde de sábado fue cuando caí en cuenta que era su amante. Salimos varias veces a caminar, y nos acostamos otras tantas. Nos veíamos con determinada frecuencia, y mi cuerpo aún temblaba cuando se me lanzaba encima antes de empezar la faena. Nada me parecía fuera de lo normal; sin embargo, ese día, luego de aconsejarle cómo debería hacerle el amor a su novio, fue distinto: lo supe por primera vez.

....

Allá por el 2008, cuando era un mocoso poco conocido, y no gustaba de vicios, tuve la dicha de tener varios encuentros sexuales. No me codeaba con muchos gays, y los poco que frecuentaba no los trataba más de 3 o 2 veces, según la calidad del polvo. Quería "curiosear". Tenía apenas 16 años, y mis hormonas estaban a flor de piel. No recuerdo con exactitud con cuantos me acosté por aquel entonces, pero sí recuerdo a alguien especial: el Charrúa.

Lo conocí de la misma manera que a los demás: a través de El Chat. La primera vez que lo vi no paraba de tartamudear por los nervios. Eso más mi timidez me hizo quedar como el púber más gay que él hubiese conocido; no obstante, no tardé mucho en visitar su departamento y en saber algo más de él que sus tallas. Él es estudiante de derecho una prestigiosa universidad, y salía con un chico bonito de un instituto de diseño muy popular, el Castañito.

Nunca traté en persona al novio del Charrúa, aunque su manera apasionada de relatarme cómo era él me bastaba para darme una hermosa idea de aquel muchacho, que no sabía de mi existencia. Cada encuentro su alma salía al aire, y me fascinaba cuánta misterio y belleza podía hallarse en alguien que apenas me llevaba 2 años, por eso le agarre afecto.

Siempre el Charrúa fue muy cortés y gracioso conmigo, pero ese día apenas me dirigió la palabra, algo no estaba bien. Me daba pena verlo así. Le pregunté qué pasaba. Me dijo que tenía problemas con el Castañito. Entonces, comenzó a contarme sus problemas de alcoba con él. Lo escuchaba entre excitado y preocupado. Estaba así cuando me miró a los ojos, y cayó. Yo solo sonreí, y le empecé a decir qué cosas me agradaban, cuales no me gustaban, y qué otras podría probar con él. Allí todo cambió.

Después de aquella tarde, nos seguimos viendo otras tantas veces. Sus atenciones hacia mí aumentaron, así como la distancia entre cita y cita que acordábamos. Con el tiempo, lo dejé de ver; aunque, aún mantengo contacto con él. Su relación de pareja acabó hace meses, pues el Castañito huyó cansado de Lima gris y la presión, y se alojó en los brazos de un pintor, pero esa es otra historia.

No he vuelto a compartir otro hombre como lo hice con él. Algunas noches su recuerdo hace que se me dibuje una sonrisa estúpida en rostro, o que mis manos suden más de lo normal. No me arrepiento de lo que fui. Ahora quiero probar ser novio, pero me resulta más complicado.

viernes, 21 de mayo de 2010

Amigos cariñosos (o con derecho)

Hipócrita sería yo si dijese que no tuve alguno. No es que tenga varios, es que el número ha disminuido de manera considerable. Muy problablemente esto se deba a que ya no siento la necesidad de tener uno. Antes sí, mi curiosidad y apetito sexual eran más frecuentes, y tenía que satisfacerlos, por lo que recurría a ellos con determinada frecuencia. Esa fue una etapa un tanto oscura para mí. Yo recién acababa de aceptar mi opción sexual y con una manada de lobos hambrientos detrás de mí, no me fue nada difícil encontrarlos. Era mediados del 2005.

Tenía 14 años recién cumplidos. Estaba en el trance exacto entre pubertad y adolescencia, y no dudaba que era el único gay de mi distrito. Sí, yo creía eso, pero no tarde mucho en darme cuenta que no. Como buen iluso que era antes (y no es que no siga siéndolo, pero ahora menos), ingresé a esos chat de mercado de carne. Todo era tan nuevo para mí. Recuerdo inclusive que la primera vez que me preguntaron, ¿pasivo o activo?, yo simplemente respondí, ¿qué es eso...? Es fácil esperarse que todos "querían ser mis amigos" y yo, tontamente, algunas veces lo creí. Fue a a través de ese medio corrupto que conocí a varias personas lindas, feas, exitantes, deseadas, repudiadas, de las cuales 5 se hicieron mis amigos.

Claro está, en un inicio, que las primeras veces que nos vimos, nos mirábamos como objeto de deseo, o al menos yo los veía así. Mi forma de actuar era torpe, mis nervios me hacían malas jugadas y mi falta de experiencia les hacía estar más atentos de lo que hacía. Eso era lo que me atraía, su atención fija en mí. Tiré con ellos entre una a cuatro veces. Me gustaba hacerlo, y sé que ellos también la pasaban bien. Creo que fue la etapa más pussy de mi vida.

Con el paso del tiempo, y una vez que me sentía reafirmado sexualmente, decidí que tenía suficiente de sexo. Quería descansar, conocer otras personas, salir a otros lugares que no fuesen departamentos, caminar más, sentir que era llegar a amar a otro chico. Básicamente, está última fue la razón por la que me quedé con un solo amigo cariñoso. Cuando les hice ver a los otros que quería "sentir otras cosas", me observaban extraño y se alejaban, me puteaban, me ignoraban o me decían que estaba loco.

Supe, entonces, diferenciar a aquellos que son únicamente un buen polvo de aquel que sí quería mi amistad, también. No me arrepiento de las cosas que hice, ni maldigo o bendigo a aquellas personas que me hicieron dar tantos golpes, pues aprendí de estos. Por ello, les agradezco, aunque quizá nunca lleguen a saber algo de mí, o este blog, les doy las gracias en silencio. ¿Qué pasó luego de mi declaración? Seguí con mi vida habitual y conocí a quién sería depués mi ex-mejor amigo, mi primera ilusión amorosa y mi amante imposible. Pero, eso ya es tema de otro post.

Para ti, que, si bien no podemos vernos seguido, andas en mi pensamiento, amigo.