Conversación 1:
-¡Gachiiiiii!
-¡Tali, gorda!, ¿qué tal!
-Bien, preciosa, ¡y tú? Estas perdidaza.
-Es que me la he pasado todo el verano en Naplo con Gusta.
-Ay, Gachi, a ver si nos vamos a nikita el próximo finde, aunque sea.
-Obvio, amor, tú bebeame y quedamos.
-¡Estás bronceadaza!
-¡Gracias! Como que mi gordo es amigo de Braulio, un chico con yate y algunos días bajamos a Pucusana por unos vinitos con Romi y Adri, y luego paseamos por allí. ¡Manyas?
-Fresh! Pucha, yo casi no no me puedo mover de Asia, mis viejos se enojaron fuertísimo luego de lo Juan Diego. Casi ni me dejan ir a Santa Maria para año nuevo, alucina.
-Pucha, qué mala onda.
-Pero, tranqui, guapa, ¿somos el sábado, entonces?
-Obvio
-Oka, un beso, cualquier cosa si no es al bbm, por el whatsupp.
-Muak
Conversación 2:
-Carlitoooooos, ¿qué tal?, ¡cómo estás? Estás bronceadazo.
-Sí, obvio, me la he pasado todo el verano en sur.
-¿Ah, sí? ¿A qué playa bajas?
-A todas, obvio.
-¿Y Braulio?
-Pucha, no creo que venga, alucina. Seguro está chambeando para mantenerne, jajaja.
-Jajajajaja, raaaagia, tú.
-Toda la vida. ¿Y tú como estás, Mario?
-¿Yo? Bien, tranqui, en la u.
-Ah, ya... Pucha, yo empiezo la próxima semana. Fail.
-Oghh, pucha, Juan Carlos ha venido con Diego, que está ebrísimo.
-Ay no, qué asco.
-Sí, no me quiero ni voltear para no me vean.
-Ok, ok, pero vente conmigo. Estoy con Rori y Matías
-Ok...
Conversación 3:
-Aj, odio a los arties de mierda.
-Pucha, pero así son felices, ¡no?
-Igual, los odio, creen que porque tienen fotos con retoques photshop serán la gran cagada. ¿Puedes cambiar esa mierda pop? ¿No tienes algo de Morrisey, The Cooks, Sui Generis o Devendra Banhart?
-¿Pero es Beyoncé!
-Bueeeno. Solo a ti te lo permito, porque no eres marica.
-Jajaja, ok. Oye, el martes hay una exposición sobre Szyzslo en el mali, ¡vamos?
-Ya, bacán.
-Ya, le paso la voz a Natalia y Juanca.
-¡Juanca? Pucha, no sé... La vez estaba chupando en luz verde con Alexis hasta que vino con su camisita y short, todo pulcro, presentable.
-Jajajaja, ay, ya. ¡Pero, es buena gente!
-Sí, pero naa. En fin.
-¿Vienes a Matadero con nosotros?
-¡No, gracias! Sabes que no me gusta la mariconada. Más bien, sírveme más whiskie, porfa.
Conversación 4:
-Hola, puto.
-Hola, bitch, ¿qué tal?
-Ahí, maso, odio al papa de Ricardo, ¡no nos deja en paz! La vez pasada nos invitó a comer a la Bisteca y todo hermoso, excelente. El viernes, me voy a su casa, y se puso terquísimo, ¡peor que mujer con que no nos dejaba salir!
-Ay, pero ya fue. Ya están aquí.
-Me enerva, entiendes, me enerva.
-¿Y Gachi? Ah, por ahí está la gordita, tragando. Vomitando va a estar luego. Ya le he dicho que se aguante, ¡pero no hace caso!
-Uh, ¿y tú?, ¿que tal?
-Bien... Te he extrañado.
-Aw, yo también.
-Sí, amigo, hay que vernos pronto.
-Sí, por favor, pero cero perras. No más con Sergio.
-Obvio, está excluido del grupo.
Algunas veces, luego de salir de ese antro gay espantoso, o de pasear por lugares poco comunes que frecuentan conocidos míos, tomo una distancia adelante o detrás de ellos. En ese preciso momento en que me encuentro solo conmigo mismo, me pregunto: ¿cómo es que puedo recrear este tipo de escenas en mi cabeza con tanta naturalidad? Entonces, creo que he fallado en algo, que el chilcano no ha surtido efecto, que el darle a placer a mis ojos no es suficiente, que estoy desubicado, y me siento más extraviado de lo normal.
Mostrando entradas con la etiqueta Conversaciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Conversaciones. Mostrar todas las entradas
domingo, 18 de marzo de 2012
jueves, 1 de marzo de 2012
Una pausa
Hace unos días estaba un poco deprimido, porque no encontraba aquello que me hacía simpático. Aún busco eso. Divagaba en mis pensamientos cuándo fue aquella vez que me miré en el espejo y me di cuenta que era diferente, que había cambiado, que había dejado la ternura por algo más. Buscaba un periodo en el tiempo, y quizá fue cuando cumplí 19, no estoy seguro. Estaba sumergido en plena angustia hasta que un viejo amigo se me acercó a hablarme. Le comenté sobre mi problema, sobre los caminos que tomamos, y caí en cuenta que parecía irreconocible.
Años atrás me hubiera bastado más de un par de minutos para expeler, casi involuntariamente, algo de coquetería. Ahora ya no ocurría eso. Mientras hablábamos, veía que él guardaba en sus memorias la imagen que otros tantos chicos aún conservan de mí: la de un flaco dulce, con cabello ondulado y largo, suave, y ojos grandes. Él me recuerda así, pero ya no soy así. Le expliqué cómo me miraba, pero que aún no me reconocía del todo. Yo sé que le jodió admitir que el tiempo pasa. En verdad, creo que le molestó más verme así. Empezamos a hablar del rumbo que cada uno siguió.
Él conoció un tipo de mi edad. -Mírese cómo utilizo la palabra tipo, y no persona, porque me siento en posición de guardar distancia de ese sujeto-. Se lo tiró un muy buen par de veces; le abrió su pequeño corazón, pero el muchacho desapareció, casi se podría decir que se esfumó. Aun así, él lo recuerda con tristeza y sonrisa las veces que sintió su piel y afecto. Yo, en cambio, salí con varios chicos con ganas de experimentar ser amado, pero ninguno de ellos tenía ganas de querer. Acabé cagado dos veces, y decidí enclaustrarme por sanidad espiritual. Callamos.
Estábamos en silencio cuando lo rompí para comentarle sobre ciertas cosas muy mías, y a dónde había llegado a parar con los hombres. Él se asombró un poco, me dijo que era un estúpido, que ya no tenía amantes porque no quería, que todo era cuestión de actitud. ¡Actitud, Qué pichulada es esa? Le insulté un poco, sonrío. Para ser pasivo, tienes un carácter... El me aguantó, y me dijo que sí, que todo se basaba en eso, que por último actuase mi interés y dejase de lado mis problemas mentales antes de acostarme con un hombre para así simplificarme la vida. El problema es que me gusta lo difícil, lo trillado, lo imposible, aunque me haga mal.
Me dijo algo que vengo oyendo desde hace un par de meses por varias bocas, que mis problemas mentales espantan a los hombres, a pesar de lo atractivo que quizá llegue a ser. He llegado a creer que tal vez sí es cierto, que mis dudas, mis pajazasos mentales, aterran, pero es que no puedo controlar mis demonios así no más. Se me escapan por los poros. La gente cree que es fácil para mí salir con un tipo sonreír; lanzar un comentario astuto; sonreír más, y llevar una conversación inteligente a una más morbosa, pero es complicado. Hace tiempo decidí no ser estúpido.
No tenía más que decir, nos miramos un largo rato. Es difícil para mí aceptarme luego de todo lo que ha pasado. Como si eso me bastara, la operación... La piel es más fresca y sensible que antes, pero con el tiempo pasará. Extraño intercambiar palabras por besos, helados por sudor o sexo por tardes. Debo explorarme más. Aprender más de mí. Como le dije a un amigo, estoy viviendo una segunda pubertad un poco más jodida que la anterior. Lo bueno de todo esto es que tengo herramientas para salir bien librado.
A aquel amigo, ex amante, le despedí con un beso en la mejilla. Sé que no le gustan las mariconadas, pero a mí me deja, porque soy yo. Ojalá lo vea en un par de meses. Se extravía igual que otros tantos, pero regresan. Cuando llega la tarde, vuelven. En cuanto a mí, quiero jugar un poco cuando esté más recuperado.
Etiquetas:
Amigo cariñoso,
Amigos,
Cambios,
Conversaciones,
Pubertad
martes, 2 de agosto de 2011
¿QUÉ!
Ayer volví a caminar con Churro. Él es muy tierno, muy lindo, como cualquier chico al que le interesa llegar a conocer bien a la otra persona, pero se controla en ciertas cosas. A mí me gusta ser inquieto, especialmente con mis manos. A veces le toco el vientre desprevenido. Él reacciona rápido, y me dice que no le tiente, que quiere esperar, que no la quiere cagar. Entonces, yo me empiezo a reír como estúpido, y le digo RAWR! Sí, le digo rawr, y me siento tontamente cursi, y me río pensando en qué dirían mis amigos si me viesen en la posición que me encuentro ahora.
Pero, ya me desvié del tema hablando de lo lindo que es el chico. Decía que ayer andaba con él cuando mencioné algo medio morboso, y me espetó un ¿QUÉ! Yo le dije que sí sabía lo que había oído. Me respondió que sí, y que si a veces uno pregunta qué es lo que dijo aquella persona es para esperar, por lo general, una respuesta negativa, como es obvio, según él. La verdad es que a mí no me pareció tan obvio, pero como estaba embobado mirándolo le presté poca atención a lo dicho hasta que me dio hambre, y fuimos a Plaza vea, pero no había nada para comer. Entonces, marchamos a Tottus.
-Mira, ¡yogur de maracuyá!, le dije emocionado.
-¿Dónde!
-Ah, no, es granadilla... Es que las pepitas...
-Bueno, ¿lo vas a llevar o no?, me preguntó impaciente.
-Un ratito más.
-Ya hemos visto todo Tottus. ¡Solo tienes que escoger un yogur!
-¡Ok, ya! (No me apures.) Me encanta el maracuyá.
-Lo sé.
-Pero no hay.
-Así es.
-Uhmm, ¡y si llevamos la chica para probar?
-¿No quieres el grande?
-Sí, claro, pero...
-Ah, uhm, entonces te va a gustar.
-¿Qué! (¿Es en serio!)
-No, nada.
-¿Qué dijiste!
-¡Lo llevas o no?
Me pudo haber dicho que sí. Pero no lo hizo, sino hasta dentro de un ratito y forcejeando un poco la situación. Me acordé, pues, de lo que habíamos hablado hace un momento. No es que me haya parecido mala su respuesta, ni la mejor. Quizá si me hubiese sido dicho que sí, me habría reído, y le hubiera guiñado el ojo, o algo por el estilo, mas no lo hizo. En la cola, mientras esperábamos a que el cajero se digne a atender más rápido, volví en mí, pisé tierra, vi al chico de rulos bonitos, le sonreí, me sonrió, y pensé: No Max, no todos los hombres son iguales, y que bien que así sea, en verdad.
Etiquetas:
Caminata,
Chico lindo,
Conversaciones,
Salida
Suscribirse a:
Entradas (Atom)