Ayer llegué a mi casa apresurado, tenía que bañarme y no quería estar tarde para salida que me esperaba. Recuerdo que mientras estuve en mi casa no paré de de mirar el reloj del celular, sino hasta cuando llegué a la puerta de Ripley de Miraflores: las 9:00 p.m.
Yo soy bien puntual, me dijo, ya eran las 9::05 y yo empezaba a sentir la enfermedad de la impuntualidad, hasta que lo vi. Era de mi tamaño, tenía una bonita sonrisa y vestía muy abrigado, demasiado diría yo.
No sabía a donde ir, por eso le pregunté a lo que el me respondió, Yo voy a donde tú quieras, y, acto seguido, empezamos a caminar hacia el malecón. Conversamos de muchas cosas y mientras lo hacía intentaba mirarle a los ojos, pero no pude hacerlo, pues estaba sin lentes. Después, nos detuvimos a comprar unos cigarrillos y seguimos nuestro camino hasta que llegamos a mi zona del parque, porque sí, yo tengo un lugar especial donde me siento a ver el mar
Una vez que llegamos el se sentó un poco alejado de mi, le pedí que se acercara...
Yo: Si deseas puedes acercarte.
Él: Acercate tú.
Yo.
¿Por qué yo me tengo que acercar?
Él: Porque yo quiero.
Yo: Anda, vamos... (sonrisa pícara de por medio)
Él:Ya te di mi respuesta.
Así le insistí un rato, Qué terco es este huevón, pensé y no le dije más. Supe, luego, mientras conversabamos, que había tenido 4 novios; que había amado una vez; que tenía 2 hermanos y una media hermana; que tenía que se llevaba mejor con su hermano; que estudió en la AF de Jesús maría; que su cabello es lacio natural; que no le gustaba la electrónica de ambiente y que escuchaba latin o Hanna Montana; que él, al igual que yo, es un poco ( o bastante) tímido para mostrar su afecto; que quiere estudiar algo relacionado a las artes, pero que aún no sabe qué; que sabe cocinar, cosa por la cual lo amé ,y, lo más importante de todo, supe que puede aguantar mis silencios y aún sonreirme al final de estos.
Yo, por mi parte, fui sincero con él, no tenía nada que perder, ¿o sí? Me contó que le gustaba ir al cine, que ya había ido a ver Dragon Ball y que le habia parecido la peor película de su vida. Me pregunto si me gustaba ir y le dije que sí, El cine a veces te permite robar un beso a hurtadillas a tu acompañante, él solo sonrió. Vi que en verdad tenía frío, no quería que se enfermase, por eso le propuse ir al cine. El no solo aceptó, sino que me hizo acortar camino.
Llegamos al Kennedy en 5 minutos y justo cuando ivamos a entrar al parque las luces se apagaron. No lo podía creer, ¿cómo me podía estar sucediendo esto a mi?, ¿por qué cada vez que he salido con un pata de mi edad siempre ha habido apagón en Miraflores? En ese momento miles de preguntes empezaron volar por mi cabezo, pero casi de inmediato volví en mi y le dije para ir a andar hasta que vuelva la luz. Así, a oscuras, nos pusimos a andar hasta que el se cansó y nos sentamos en una banca. Lo quise abrazar, besar, muchas cosas en realidad, pero no sentía que el momento adecuado. Quería caminar, se lo hice saber. Entonces, nos pusimos de pie y seguimos rumbo hacia la Av. Arequipa hasta que su madre lo llamó, tenía que volver a su casa.
Nos perdimos un poco por las calles, me robó uno que otro beso, me agarró la mano y un impulso nervioso empezó a recorrer dentro de mi, pues hacía meses que no sostenía una. Hicimos del trayecto hacia el paradero el más largo que se pueda imaginar. Una vez que llegamos a la avenida principal la luz volvió, Quizá sea el karma, me dije a mi mismo. Paró su taxy, nos despedimos, la pasé bien.
Mañana lo veré. Estoy un poco ansioso, solo espero que todo nos vaya bien... ¡Ah, y que me cocine algo rico también!