Regresar siete años en el tiempo y recordar a
quien fue el primer amor de mi vida no es una tarea sencilla. Conocí a R cuando
tenía catorce años y él veintiséis. Sí, nos llevábamos doce años de diferencia
y aún hoy me pregunto cómo hice para estar tres años de mi vida con una persona
que en cualquier momento decidiría sentar raíces mientras que yo ni siquiera
había comenzado a vivir.
Hoy recuerdo esa experiencia con mucho cariño
y nostalgia pues nuestra relación dejó una gran huella en mi vida por todo lo
que sucedió debido a su existencia. Por esas cosas de la vida, antes de
conocerlo, me había contactado con L, un chico de dieciocho años que resultó
siendo su ex. Por un motivo que jamás entendí (o, por lo menos, no recuerdo
haberlo hecho), R y L no se llevaban bien, por lo que el segundo decidió
advertirme sobre el primero y sus intenciones conmigo.
Según L, lo único que R buscaba en mí era el
sexo. Yo aún no había mantenido relaciones con nadie y eso era lo que más le
emocionaba a mi entonces enamorado. Debido a que R siempre había sido respetoso
conmigo y nunca habíamos hecho más de lo que yo quería (hicimos cosas, sí, pero
nunca me penetró porque sabía que aún no me sentía listo), no creí ni una
palabra de lo que L me decía por MSN.
Lo que nunca me imaginé, es que mi mamá
descubriría esa conversación y, entonces, mi mundo sufriría uno de los cataclismos
más devastadores que he conocido. Debí pedirle a R que se alejara de mí y mis
padres perdieron toda confianza en mí. Sesiones con una psicóloga, largas
conversaciones y amenazas de mis padres también acompañaron esa etapa de mi
vida. Tenía mucho miedo, era un niño y estaba solo.
Pero lo peor, recién llegaría después, cuando
pude volver a contactar con R y éste me dijo que seguiríamos siendo enamorados
porque me quería. Yo aún no cumplía los quince y luego de tan terrible
experiencia, solo confiaba en él. Y aunque juntaba cada sol de mi propina para
poder llamarlo de un teléfono público (nunca de mi celular o de mi casa, por
temor a que nos encontraran) y cada martes lo esperaba sentado junto a la
puerta de mi hogar, él nunca más llamó y, lógicamente, nunca llegó a buscarme.
En ese momento, yo no lo entendí. Ahora, a los
veintiún años, sé que lo hizo porque tenía miedo de ser descubierto, lo que
nunca me quedará claro es por qué no terminó conmigo, por qué tuvo que esperar
casi tres años a que yo le dijera que lo nuestro no iba más.
Aunque en esa época no lo pensaba, ahora sé
que lo más probable es que él estuviera con otras personas mientras yo
esperaba, tan solo, una llamada. Es extraño saber que no le guardo ningún
resentimiento y que si tuviera la oportunidad de volver a vivir esa
experiencia, la aceptaría gustoso.
El post fue escrito por un amigo mío al que le tocó vivir una relación con alguien mayor. Sé que no ha sido una tarea simple, pero me da gusto que la haya podido finalizar. Gracias por compartir esta experiencia, Steffano.
No conocía esa parte de tu vida y me ha emocionado. Sabes que en eso de la diferencia de edad ya tengo experiencia... Lo que no me acaba de gustar es esa conjetura de qué lo más probable es que él estuviera con otras personas mientras yo esperaba. Tanto si lo hacía como si no creo que no aporta a la historia de vuestra relación al fin y al cabo me parece natural que pasara y creo que eso no interfirió en vuestra relación, al menos en apariencia.
ResponderEliminarMuchas gracias por contárnosla.
Un abrazo.
Una buena entrada, no tenia ni idea que habías pasado por eso. Hay cosas que las personas tenemos que enfrentar para llegar a a ser lo que somos, tal vez pro eso volverías a revivirlo.
ResponderEliminarsaludos!
Esa notita al final apenas se ve... Valga lo que dije para Stefano
ResponderEliminarOtro abrazo.
Peace for ever: Se lo haré saber!
ResponderEliminarDidier Freitas: El post lo escribió un amigo, así que le haré saber tu comentario. Gracias!