viernes, 20 de abril de 2012

Relaciones "humanas"

Llevo un par de meses sin poder socializar bien. A decir verdad, siento que no hay mucho que pueda hacer en Lima para distraerme. No me gusta Sargento, Lola; Tizón más o menos. Tampoco he ido a Help, Aura, Gótika, Nikita, Voce, Ayahuasca, Picas, etc. Siento que todos los asistentes son brutos poseros. Mejor dicho, en mi experiencia, cuando he preguntado por quienes van, me he llevado varias decepciones con la gente. Sí, soy un prejuicioso de mierda, pero el que no lo haya sido una vez me puede spamear ahora mismo. Me gusta Matadero, pero es una vez cada mes, y acabo sofocado de calor.

Un amigo me dice que el problema soy yo, y que no es el lugar, y que la gente con la que me rodeo pesa bastante en mi experiencia. No me gusta estar rodeado de personas que no conozco. Me pone muy tenso. Cada vez que me ocurre, empiezo a pensar mucho y a observar todo, hasta el mínimo detalle. Desarrollo una especie de barrera contra la estupidez y lo extraño.

Hace un par de meses fui a la gorda. Estaba en la puerta fumando feliz y tranquilo mi cigarro con un amigo y una amiga cuando vino un conocido nuestro con sus acompañantes. Luego del hola/chau, un tipo se quedó fumando con nosotros. El sujeto no dijo ni una puta palabra. Con las justas, le dijo algo a mi amigo que ni él comprendió y, luego, el silencio. He de admitir, que el muchacho era guapo, pero su idiotez y silencio me asqueo horrible. Al finalizar mi cigarro, intentamos ingresar y el huevón nos dijo que lo esperásemos: O sea, WHAT?! Eres un maniquí, ¡y quieres que te esperemos? Me llegó al pincho y entré, mis dos amigos se quedaron con él. Claro, nunca me volvió a hablar.

Adentro, me quedé en off, como siempre, mirando todo. De pronto, me invadió el asco de nuevo y la frase vino más fuerte que nunca: ¿Qué carajo hago acá con estos? Sí, estos, porque no se les puede decir ellos, pues no sé si son personas o no. Claro, no todos los que participan son unas bestias, lo sé, pero me cuesta creer que entre todos esos desconocidos habrá alguien que use sus neuronas, y me pregunte algo más que qué hice la semana pasada o de dónde vengo.

El problema es que ahora, incluso con amigos, cuando ellos vienen con nuevas personas que me dan una mala impresión mi cara es tan poco expresiva, que me acaban dejando. Sí, pues, no tengo maneras de encaletar cuando alguien me cae hasta el culo. Simplemente, mis músculos faciales se transforman y expresan milimétricamente todo lo que siento. Es así.

Nunca me olvidaré de una vez que salí con un tipo que no conocía 500 days of summer, y que solo oía música bachata, pues lo demás era un plano paranormal  para él. Ese día quise suicidarme un poco cuando caminábamos por el malecón. Francamente, hay cada idiota. Recuerdo que no podía hablar de nada con él. Le intentaba conversar sobre diversos temas, pero nada. Parecía una asquerosa máquina, que solo escucha música tipo Mr. Fish, va al gym, tonea en Aura, y asiste a una universidad para que digan que está en una. Un desastre total.

Lo mismo me ocurre con los imbéciles hipsters asquerosos que van a Sargento o al Centro, porque son darks, y los demás son parte del mundo consumista, pro-capitalista; es decir, ¿qué carajo? Todos acá consumen de una u otra manera, y hacerce los antis para ir a bailar a un sitio "underground" no los libera del mundo, por ciacaso. Es más, el lunes mismo estarán de vuelta en sus salones de la pucp o la ulima y leerán un ejemplar de Nietzsche que les costó 57 s/. en Crisol.

Dicho todo esto, no sé qué chucha hacer este viernes. Quizá vaya a la gorda, todo sonriente a saludar y no ser tan paria como siempre. Tal vez, espero, ruego (quiero creer que sucederá) encontrarme con algún conocido con quien pueda conversar algo, para no sentir que boté mi plata al tacho, y así no regresarme pensando en el taxi: ¿por qué mierda fui y rechacé la comodidad de mi cama?

jueves, 19 de abril de 2012

La falsa liberación

Luego de aquella noche, intenté conocer más mujeres. De tocas las que conocí, solo besé a una, y no me gustó, porque sus labios eran muy suaves para mi gusto y sus senos me aplastaron una manera desagradable, a pesar de que no los tenía grandes. Esto me entristecía muchísimo, pues sabía que no podía ser un muchacho normal. Mientras Diego me conversaba sobre cómo su mano se perdía debajo de la falda de una pendeja, yo imaginaba la escena con cierto asco y, claro, en silencio. Visualizaba en mi mente, la cara de éxtasis de la muchacha, pero irremediablemente, veía también el bulto crecido de mi amigo. Entonces, me detenía, y pensaba en cualquier cosa. Solo movía la cabeza y decía .

En el colmo de intentar curarme, recurrí a una mejor amiga, y le dije que me gustaba. Ella estaba sentada en su mueble, y me miró con cierta sorpresa y enojo para luego decirme: ¡Qué mierda tienes, Maxi? Soy, tala, ¿te das cuenta de esto? Recuerdo que empecé a llorar. Ella no hizo nada más que mirarme; no supo cómo actuar, y no la culpo, debe haber sido una situación bastante incomoda. Aún le agradezco en mis recónditos pensamientos el no haberme botado a patas de su casa. Pensé, pues, en hacerme cura.

Claro, no sería marista, sino jesuita. Había leído que los jesuitas tienen unas bibliotecas increíbles, y que son grandes educadores. Armé mi plan de vida. Me haría clérigo, estudiaría todo lo que pueda, y luego me dedicaría a la docencia. Sin embargo, mi pene seguía creciendo noche tras noche luego de imaginarme a él. Además, ya había tirado. No era más casto, ni virgen, y para ser un buen religioso, uno debe serlo, y, por supuesto, no guardar pensamientos impuros. Decidí no convertirme porque era lo suficientemente cuerdo para saber que infringiría ciertas normas religiosas, y uno siempre debe obrar de acuerdo a lo que profesa.

Todo ello más el caos vivido en casa me hizo pedirle a mis viejos asistir con una psicoterapeuta. No tenía confianza en el de mi colegio. Natalia me recibió hermosa y cordial como siempre en su oficina. De manera rápida, empezó un tratamiento para ayudarme a controlar mi egocentrismo, mi perfeccionismo excesivo y mis manías auto-destructivas. Ella fue la primera mujer mayor que pudo oírme sin lanzarme un golpe. Desfogué muchos males, pero nunca pude decirle que era gay. Simplemente, era incapaz de hacerlo, las palabras nunca salieron de mi boca por más angustiado que esté.

Esa angustia inundo mi pensamiento hasta tornarse en un torbellino que me llevó a un círculo vicioso de sangre y purificación. Sufrí dos caídas muy graves. En mi aula, les explicaron a mis compañeros que había padecido dos intentos fallidos de suicidio y que, por favor, intentaran habalr conmigo. Desdé ahí, las cosas cambiaron. No podía ir al baño solo, ni estar solo en un aula, ni ir al tópico solo, ni pasear por el patio solo. Tenía que estar acompañado todo el tiempo que permaneciese en el colegio para no cometer una locura que  me haga daño a mí, o que impacte a los alumnos.

Cuando acabé el colegio, ingresé a la UPC. Allí conocí a Diana, la primera chica a la que le confesaría entre lágrimas mi homosexualidad. Ella, con una indiscreta sonrisa y tranquilidad, me dijo que ya lo sabía, y me abrazó. Lloré un poco más, y luego nos fuimos por una Bembos para celebrar mi liberación. Aquella dicha no duró mucho, pues empecé a tener serias dudas sobre lo que que quería hacer, y dónde quería estar de acá a unos años. Me gustaba actuar, había mentido bien una buena parte de mi vida. Le propuse la idea de estudiar Actuación a mis viejos, pero todo salió mal

Gané su desconfianza y rencor, pues quería ser "actor", como si eso fuese una profesión. Me dijeron que si  fallaba, tendría que trabajar o me botaban de la casa; que estaba loco, y que los había decepcionado por no sé qué vez. En realidad, me dijeron cosas horribles, que mi memoria ya no quiere recordar. Me enfermé. Saber que uno no cuenta con el apoyo de sus papás para crecer, aun cuando estos tienen los medios para hacerlo, es muy triste. Se siente jodidamente mal. Decidí,  en el trascurso de los meses que sucedieron, que estudiaría para ser libre, para salir de aquella casa que me atrapaba, pero el costo sería grande: callar,  no dejar hablar nunca lo que ocurre adentro de la piel.

sábado, 14 de abril de 2012

La mala educación

Por aquel entonces, detestaba las personas. Tartamudeaba cuando me presentaban un desconocido. Me pasaba las tardes quejándome sobre mi soledad. Tenía a mi vieja harta. Su menopausia tampoco nos ayudaba. Mi pubertad menos. Detestaba el colegio, y lo único que me mantenía vivo era dormir y aquellas caminatas con Luis luego de clases cuando el cielo oscurecía. Nunca iba rápido, sino lentísimo. Estiraba cada minuto, cada segundo, para no tener que llegar a casa. Él no comprendía bien lo que pasaba, pero estaba ahí.

Mi cuarto era una especie de refugio personal, con las paredes blancas y el techo verde. Despertaba y miraba el verde techo una y otra, y otra vez con el fin de llenarme alguna vez de esperanza. Antes las paredes eran de color militar. Me asustaba. Por eso, las pinté de blanco. Cada día amanecía; iba al colegio; sobrevivía; llegaba a casa ; me veía con Lucho; tenía clases de nuevo; caminábamos de regreso; y me enclaustraba. No aprendí mucho esos años. Tenía la mente muy ocupada en mí y mis problemas familiares como para pensar tranquilo. Nunca fui el tipo de alumno que mis papás quisieron que fuese.

Aborrecía ir al colegio, porque tenía miedo a muchas cosas, pero especialmente a dos: a que me golpeen y a fracasar. Siempre fui distinto a los demás chicos con los que estudié, y eso implicaba una sanción social. En un colegio de varones, hay los sobrevivientes y los que no. Es un campo de batalla, peor que una guerra, por vencer y matar almas con el fin de permanecer. Mi delicadeza en mi manera de actuar, sumada a mi aguda voz y mi apariencia frágil me jodió la vida por 8 años.

Recuerdo que un muchacho, que llegué a odiar, me impidió una vez mirarle a los ojos, porque me dijo que mi mirar era distinto a los demás: era una mirada de cabro. Y él, claro, odiaba a los cabros. Esa tarde volví a casa, me fui al baño, y traté de mirar en el espejo de manera distinta buscando cuál debía ser la manera normal de hacerlo, pero no podía. No sé cómo explicar la angustia que sentía al saber que no podía cambiar mis ojos.

Naturalmente, mis calificaciones no eran las mejores, ni las más deseadas por mis viejos, ni por mi hermana mayor. Iba bien en Historia, Inglés, Geografía, Biología, Comunicaciones, Psicología, pero pésimo en Matemática y regular en Química. Cada fin de bimestre, dormía temprano para no tener que verle la cara a mi viejo luego de que recoja la libreta de notas. A veces, se volvía loco y yo acababa con la espalda más roja que de costumbre o con algún rasguño en la nariz. Su excusa: no valoraba su dinero, porque salía mal. La mayor era otra que se volvía loca. Ambos compitieron, casi insanamente, por ver si algún golpe me haría cambiar. Nunca cambié.

Una noche, luego de una gran discusión, me pregunté qué haría conmigo. Decidí tratar de curarme: ser normal.

domingo, 8 de abril de 2012

Antes de seguir...

De acá a un tiempo varios conocidos y amigos han empezado a trabajar, o llevar a cabo ciertos proyectos personales. Me da mucho gusto por ellos, pero también me preocupa que hasta ahora yo no haya hecho nada. Quizá, creo, me he concentrado tanto mi mundo y existencia, que he dejado de lado la praxis. Esto me aterra un poco, porque no me gustaría convertirme en una maquina idealizadora incapaz de llevar algo a cabo. Sin embargo, siento también que aún tengo varias cosas por aprender.

Usualmente, me veo envuelto en una serie de disyuntivas. Por un lado, quiero llevar a cabo ciertos planes, como viajar, mejorar el blog e incrementar mi utilería para pintar mis acuarelas. Pero, por el otro, debo conseguir dinero trabajando de algo. No tengo un hermano Theo, como Vincent, que me apoye incondicionalmente, sino las cosas resultarían más simples. Tampoco puedo dejar descuidados mis estudios, porque me gusta ir a a universidad a aprender. Esto sumado al hecho de que a veces veo HUEVADAS que hacen ciertos conocidos, que ganan plata, a causa de la estupidez de otros, que me parece fatal, pero astuto, me da mucho para pensar sobre si seguir ahora o esperar.

Cruzan mi mente, de pronto, esos títulos que tantos chicos se ponen con el fin de mostrarse "especializados" en ciertos topics, cuando tienen casi nada de experiencia. Por ejemplo, ahora último varios wannabes que creen que porque tienen sus cuentas en Pinterest, Flavors, Tumblr, o porque son "Tweetstars", son capos usando las redes sociales. Tener 1500 o 2000 seguidores con 300 trolls  y no sé cuántos bots no convierte a uno en Community Manager. Lo mismo pasa con los Stylist. Ahora cualquier huevón que tenga un blog de moda, o haga su ropa "independiente", se jura fashionista, pero ni siquiera es invitado a eventos o pasarelas, sino que jala todo de internet. Lo mismo pasa con los nuevos "Directores de Arte", "Relacionistas Públicos" por citar algunos casos.

Resulta exasperante ver cuánto tipejo se ha hecho "popular", solo por pisotear a otros, o porque hizo cosas que gustaron un primer momento, pero luego no. Pero, más extraño es ver a la gente ignorante que le sigue. Me llega altamente a la punta del glande que varios "comunicadores", "diseñadores", etc., se aprovechen de la idiotez de varios para vender, o sobresalir, aunque luego acaben como flops. Por eso, quiero avanzar bien, de a pocos, pero seguro y sin hacer cojudeces.

Tengo algunos retos que debo enfrentar, mas debo continuar.  De alguna manera, quiero sentirme más vivo; hacer lo que quiero bien, aunque no gane dinero; sentirme tranquilo cuando mire atrás de mí.

sábado, 7 de abril de 2012

Cambios

"Convalecencia"
Llevo desde el 2010 con algunos planes para el blog, y es momento que me ponga las pilas.  La primera idea que cruzó mi mente fue postear diario, pero me resulta imposible, porque tengo un carácter cambiante. Además, no siempre tengo ganas de escribir.  Luego, la segunda consistía en crear un canal con una amiga, Sofía B., en el cual hablar de cine, libros y otras aficiones mutuas. Por cosas que no sé explicar bien, muy posiblemente por falta de organización, no lo pudimos llevar a cabo. Otra, un poco más elaborada, fue la de crear un espacio con entrevistas a diversos personajes: amigos, conocidos, desconocidos para hablar sobre cualquier tema. Sin embargo, de nuevo, la falta de organización me impidió seguir a cabo.

Ahora, no es solo el desgano infinito que me recorre algunas veces lo que me impide llevar a cabo mis planes, sino ciertos obstáculos también. Por ejemplo, no dispongo de una videograbadora, ni de una cámara fotográfica (por último) en la cual grabar. Tampoco tengo programas de edición en mi computadora, y soy medio bestia editando, por lo que de todas maneras necesito una mano extra para llevar a cabo mis proyectos. Finalmente, me falta encontrar gente que esté verdaderamente comprometida a seguirme con la aventura en caso de hacer un canal compartido.

Hoy desperté de buen humor. Revisé el blog del historietista, y vi que me había mencionado en uno de sus posts, lo cual me puso feliz. Llevo días sin revisar mis blogs favoritos, y tengo, inclusive ,un poco descuidado  el mío. En fin, poco a poco lo iré mejorando. Por el momento, ya dispongo de las nuevas fotos para armar la cabecera y para cambiar la imagen del profile. Me las tomó una amiga hace unos días. No tengo idea de cómo han quedado, aún no las veo. Para mi suerte, es alguien de confianza, y que sabe bien cuál es la temática del blog, y qué es lo que yo esperaba de las fotos: mostrarme cómo soy, por lo que ando tranquilo.

He descubierto, por estos días, que me encanta pintar con acuarelas, es una experiencia increíble, tan bien como escribir. Aquella imagen de arriba es mía, la pinte después de mi operación. Hay mucho que contar. También, voy a empezar a organizar los temas para escribir en el blog, quizá me resulte más simple de esa manera.  Por el momento, son varias cosas que  rondan mi pensamiento. Ya las haré tomar forma.

lunes, 2 de abril de 2012

Sábado por la noche

Nos vimos luego de un tiempo. Lo extrañaba. Jugué con sus manos más de lo normal. Le vi descansar sin hacerlo. Sonreímos mucho sin razón. Él  me insistió en salir. Yo quería permanecer así; tomar una botella de ron; embriagarme para poner como pretexto mi debilidad y así dormir juntos. Echaba de menos sus sábanas; su manía de girarse a media noche; mis caricias tontas sobre su espalda. Pero, él buscaba más. Por eso, salimos sin esperanza para mí de volver.

Ingresé a la fiesta glorioso, feliz. Nunca antes tan feliz. Me sentía extraño, porque extrañaba ver mi cara deformada de una manera que resulte del agrado de mis invitados. Me divertía fumando, hablando tonterías, oyendo cosas absurdas. Él buscó lo que quiso, y se perdió. Yo me extravié, y el otro me encontró. Aquel tenía un acompañante. Ambos me sustrajeron mi ebriedad, luego mi fuerza. Empecé a sentirme a débil, moría por volver. Cuando me encontré de nuevo con él,  yo había desaparecido. El otro permaneció.

Mi cuerpo me bailaba, y empecé a marearme. Él me dejó, ellos también, pero el otro y su amigo siguieron a mi lado sin estar. Al cabo de unas canciones, el sueño me atacó. Me enfrentó. Lo había visto antes aquella noche, y si no lo he mencionado hasta ahora, es porque no he querido recordarlo, pero es mi deber hacerlo.El sueño se mezcló con la ebriedad absorbida por el otro y desfallecí. La luz se hizo intensa.

Las luces me enjaularon, la esfera venía amenazante con derrumbarme. La miraba cansado y con miedo. Cuando esta se aproxima, no puede ser un buen indicio. Escapé con ayuda del acompañante, de la bola de luz, y la luna me aplastó al darle su encuentro.Llegué sin ver. Dormí con frío.