Existe un miedo generalizado entre gays a reconocer que se puede asumir una actitud pasiva en el sexo. Parece absurdo que así lo sea, pero varios, aun cuando disfrutan de los placeres del sexo anal, se rehúsan a considerar que les gusta asumir esa postura. Yo le llamo Pasivofobia.
Desde mi perspectiva, todo tiene que ver con un rollo jodido que nos meten en la cabeza que la sociedad se mueve entre las dicotomías: Domador/Domado; Masculino/Femenino; Arriba/Abajo; Hombre/Mujer, que nos limitan la posibilidad de flexibilizar nuestra visión sobre el sexo. Quizá nunca nos han inculcado clases de sexo heterosexual en los colegios, pero no importa, pues la sociedad de alguna manera u otra nos enseña que el sexo es entre alguien más masculino y alguien femenino, que alguien penetra y otra es penetrada, y no al revés. Escapar de la dualidad no es nada fácil.
Como si fuera poco que todo el mundo jode con ello, lo mismo suele ocurrir en la casa. Sí, en ese espacio donde se supone tienes libertad para hacer/conversar de tu vida sexual lo que quieras, también hay "moderadores", que explícita, o implícitamente, limitan la conducta sexual de un sujeto con deseos homosexuales. Desde la madre religiosa que reprime todo indicio de acto "anti-natural"; los sitios en la mesa, hasta los dos hermanos mayores que poseen sus enamoradas hace 3 años y esperan por la tuya.
Imaginar una relación con un hombre, entonces, no parece difícil, sino un poco utópico. Decir que disfrutas de un masaje prostático es fuera de este mundo. Por ende, frente a un ambiente opresor, es lógico desarrollar una barrera frente a aquellas caras o imágenes que puedan "denigrar". Es mejor decir que eres activo, y no pasivo, aunque te balancees entre ambos. El problema surge, para mí, cuando se asume tanto tal idea, que, cuando se está en la cama con otro chico, da miedo ser pasivo, porque "yo soy hombre/ qué pensará mi vieja si se entera."
Afortunadamente, con el tiempo, varios logran pasar esas barreras. No todos con el mismo éxito, ni la misma aceptación en sus casas, pero avanzan. No obstante, un número considerable permanece en este juego dicotómico, lo cual les termina generando una serie de angustias difíciles de responder, y una vida sexual de lo más reprimida (desde mi perspectiva, claro). La clave: flexibilizarnos.