viernes, 19 de febrero de 2016

Surco en tu corazón III

Otra noche recordé aquella vez que nos dijeron que no nos podíamos sentar así, sino así. Nunca me quedó claro cómo. También recordé el video que grabamos fumando orégano en la Loma y que exhibimos en clase de Díaz-Albertini. ¿Te acuerdas de su polo que decía "I ♥ Regina George" la primera vez que entró al saló? Recuerdo que lo odiaba. En verdad, no lo odiaba. Solo me llegaba al pincho. Nada más.

Recordé nuestras caminatas por Benavides con dirección al malecón, los rajes infinitos, las carcajadas, la extraña proximidad sentimental y mis quejas constantes por el tráfico del Óvalo Higuereta.

Recordé a Neptuno, y a Osa Mayor, y a Sedapal. Recuerdo las caminatas por la pista con estony mientras mi mejor amiga miraba noicaza a todos lados para que nadie nos atrape fumando weed. Ilusa, pero tiernamente ilusa. El vinito Bells, los auspicios de Plaza Vea, los juegos inflables de la  Semana Universitaria de tercer ciclo. Kids. ¿Cómo olvidar Kids?

Recuerdo el tráfico insoportable de Javier Prado, la Copacabana, el chiste del grano de tu papá, el carro de Silvy, la pizza auspiciada por la mamá de Rudy, la vez que casi atropellamos a alguien porque ibas a exceso de velocidad y te vencía el sueño. También que nos cagamos de risa luego del casi accidente, pero que acordamos que la culpa era del peatón. Cruzar la berma central puede ser un acto irresponsable.

Recordé, por supuesto, las fotos que nunca vi. El chantaje. El cruel chantaje telefónico que recibí por dos semanas. Las papas de bembos. Me acordé de nuestras caminatas desde UPC hasta Bembos de La Encantada solo para comer papas fritas extragrandes los lunes. Recordé que vivía ciego por sus ojos verdes. No me importaba tanto que sea un imbécil y tenga varios prejuicios, ver sus ojos me bastaba para relajarme.

Recordé nuestra promesa incumplida de ir a Quinta Escencia, la voz sensual. Me acordé de las caminatas por Chacarilla en la noche.

Recordé la salida de Surco Pueblo. La Capullana. La Castellana. Castilla y La Merced. La vez que tomé un taxi para ir a su casa, porque estaba demasiado arrecho , y que, cuando llegué, solo rompí en llanto sin razón. Recuerdo que me dio para mi taxi de regreso después de. Nunca se lo dije, pero se comportó mejor que muchos hombres que conocí después.

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