miércoles, 30 de junio de 2010

Sima de esperanza

Su hermosura era cegadora; sin embargo, el sol del medio día había terminado por derretir todo ese caramelo suyo que alguna vez me endulzo. Ahora era mujer sufrida, ociosa, cansada, fastidiosa, ella. No entendía por qué seguía allí. A pesar de eso, seguía con ella, pues los árboles parecían tratar de animarme de tanto en tanto con su sombra ofrecida.

-¿Ves algo?
-No.
-Mira bien.
-Estoy cansada.
-No cierres los ojos.
-¡Te digo que estoy cansada!
-Si sigues así, nunca llegaremos.
-No sé para qué me fui contigo
-Yo sí “pero ya no estaba tan seguro de si creía estarlo”. Ya nos falta poco, Clara. Mira, allí, hay una fuente.
-Se ve seca.
-Pruébala y sabrás.
-¿Y si me pica una araña? Me habré bajado por las puras.
-Pues nunca más te acercarás.
-Solo los tontos cometen tales locuras.
-Como huir a la nada con la mujer que dices que amas sin dirección alguna.
-¡Cállate!, ¡no sé porqué me tuve que ir de la casa de mi padres! Ahora estoy en no sé dónde, contigo y sin ti, perdida, cansada.

Nunca antes me había gritado. Fue el principio del silencio. Intenté romperlo, pero fue en vano.

-¿Ves algo?

Silencio.

-Clara, responde, ¿ves algo?

Silencio.

-Está bien. Si no quieres hablar, calla. Quizá no es tu culpa, es mía. Sí, es mía. No debí mirarte esa vez. Tú tampoco, pero lo hiciste. Qué ingenuos los dos. Nunca hagas todo por amor, o ilusión, me decía mi padre. ¡Qué sabio era él! Ahora estamos aquí, con hambre, sed y, ¿desamor? No, nunca he amado. Lo sé, soy consciente de eso, pero guardaba fe de hacerlo. Ojalá tu también hubieses abrazado lo mismo que yo, pero no. Querías una aventura. Ahora la tienes, pero te quejas. No te entiendo. Creo que veo un camino más allá. Avance.
-Está bien.

miércoles, 23 de junio de 2010

Crimen en Tornado

Ellos me quitaron todo, mi dinero, mis libros, mi diario, mi alma. Me condujeron hacia algo que no era. Por eso, los odiaba. Tampoco podía hacer algo para mostrarme como soy, no era posible. Un movimiento en falso, y mi vida se acabaría. Esa era la razón por la cual había cumplido con cada una de sus órdenes, pero aquella última era demasiado. Nunca había matado una persona. Jamás había percibido el dolor que ocasiona la bala en una persona, ni había visto tanta sangre derramada. Yo no quería que fuese así. Juro que no. No tuve, siquiera, la intención de dispararle, pero tenía que hacerlo. Estaba obligado a decidir: matar o morir.

Me llevaron en un carro negro hacia el edificio “Tornado” en el centro de la ciudad. Nadie habló durante el trayecto. Ellos me miraban, mas yo no. Mi ojos se perdían observando las calles del otro lado de la luna. Pegaba mi rostro de rato en rato hacia la ventana como si así pudiese ser capaz de respirar un poco de, de humanidad. Era un día soleado, fresco, veía cómo los árboles jugaban al viento inocentes, seguros, quietos. Quise ser uno más, y no estar sentado en ese maldito asiento que me conduciría a mi propio infierno.

Una vez que llegamos me dijeron cómo lo tenía que hacer. El proceso resultaba simple: mejor. En la puerta me esperaría el recepcionista. Diría que soy su sobrino, e inmediatamente me indicaría cuál es la puerta de ascensor que debía tomar. Luego subiría, “Hipopótamo”, mi tío, me abriría la puerta que da para la sala. Ese fue el nombre escogido para la víctima, el juez que los había encerrado por más de veinte tras esas barras de metal de las que habían conseguido huir. Le saludaría cordialmente por su cumpleaños, y tomaría asiento. Después, le diría que tengo sed. Él, tan caballeroso como es, me ofrecería un trago de aquellos caros que guarda con celosía en su closet y yo le sorprendería por la espalda con “pompa de jabón”. Se desplomaría inmediatamente, y no sufriría mucho. No habría tanta hemorragia y, lo mejor de todo, no habría gritos de sufrimiento, solo un silencio puro. Al final volvería a ocultar el arma silenciadora y me subiría al carro. Era el plan perfecto.

Sin embargo, nada resulta siempre como uno quiere. Por ello, cuando le disparé, sucedió todo lo que no decía pasar. Su grito fue tan grande que por un momento pensé que las ventanas caerían. Después, sus piernas se doblegaron, sus manos se fueron directamente al pecho como intentando librarse de aquel sujeto extraño a su cuerpo, pero no podía. Los ojos se le empezaron a salir de sus órbitas, hasta que su obeso cuerpo cayó en el suelo retorciéndose de dolor.

Ahora sé por qué morí de angustia cuando perdí la agenda, y por qué mi madre me regañaba tanto cuando perdía las cosas. Soy un estúpido despistado. Ese fue mi único error aquella vez: no activar el silenciador.

miércoles, 16 de junio de 2010

Mi barrio

A veces confundo el gris del cielo con el de la avenida. La soledad se ve disfrazada por los diversos colores opacos de las casas. El silencio es imperante, tanto así que un cementerio puede llegar a resultar un espacio más entretenido. Por eso, no puedo comprender por qué le pusieron el nombre de una diosa tan bella a semejante lugar. Yo le hubiese puesto, sin exagerar, Averno.

Tampoco hay muchos árboles, ni flores, ni arbustos, parece un imperio de cemento. Las personas que la transitan van usualmente sólas, calladas, mirando todo y nada a a la vez. Solo quieren pasar rápido y llegar a su destino. Allí raramente se oye el cantar de los pájaros, el choque de copas de un brindis o la risa de los niños.

En medio de esta hay un almacén con una amplia cochera. Varios carros y camiones pequeños entran y salen de esta. La hora límite de ingreso es siempre precisa: 8:00 a.m. Basta que un automovil se pase un pobre minuto para que Jocho, el guardia de seguridad, vuelque toda su rabia sobre este por atreverse a levantarlo de su comodísima silla donde espera pacientemente la hora de salida. Exactamente al frente, cruzando la calle, hay un poste azul, que más que luz brinda noticias breves sobre la localidad por la increíble cantidad de anuncios pegados allí.

Mi casa se encuentra frente a este. Su fachada es sumamente contrastante. Mientras que las columnas que la rigen son de porcelana marrones, cremas y verdes sus paredes son azules y celestes. Sus ventanas son amplias, opacas, enrejadas, como una cárcel. Cuando la miras de frente, parece alzarce como un alcázar imponente, tétrico, sombrío.

Delante de esta existe solo rezagos de lo que antes fuese un bello jardín japones, un pasado más alegre. Ahora hasta la maleza se abre paso entre el pasto que yace seco. Ni los insectos se acercan allí, es muerte asegurada.

martes, 8 de junio de 2010

Carta a Él 8

La gente habla mucho a mi alrededor, mi cigarro se consume rápido y te extraño. Me pregunto qué sera de ti, ¿estarás bien?, ¿te acordarás de mí?, ¿me volverás a hablar algún día?, ¿sabrás que lo escrito no es real? No lo sé. Pero, estoy seguro de que si en este instante te tuviese delante mío no dudaría en hacerlo.

Trato de pensar en qué momento todo se fue a la mierda entre nosotros. ¿Fue acaso cuando empecé a publicar nuestras salidas? ¿Fue luego de esa noche? ¿Fue cuando publiqué aquel post por el cual me insultaste y decidiste dejar de comunicarte a través de cualquier medio conmigo?

Me llena de angustia esta situación. Tus palabras las tengo presentes en mi mente y cada gesto tuyo parece repetirse en los demás. Son tantos los recuerdos vividos.

Quizá no te interese nada de lo que te he dicho, ni cómo estoy. Muy posiblemnte no llegues a leer esta carta que con tanto pesar y decesperación te la escribo como si con eso pusiese sacarme de una vez todo sentimiento de melancolía.

Estas cosas me dejan reflexionando demasiado. Ahora veo llegar a un amigo a la lejanía. Ojalá conversar con él me pueda servir de alivio un poco.

Retomo la escritura de esta varios días después de que la haya iniciado, pues me encuentro más tranquilo. He pasado por bastantes sorpresas, ilusiones y decepciones en tan poco tiempo. Me halloo en la neblina de la confusión buscando aquella luz que me permita distinguir las cosas.

No sé si alguna vez has visto "Bang Bang estás tu muerto". Es una buena película. Si bien explora de manera clara la violencia estudiantil, creo que encierra un mensaje más profundo: "No calles tu corazón".

"-MICHAEL: Así que haces de tu cara una máscara
-KATIE: Una máscara que oculte tu rostro
-MATT: Un rostro que oculta el dolor
-JESSIE: Un dolor que carcome tu corazón
-EMILY: Un corazón que nadie conoce.

Me cuesta tanto expresar mi verdadera pasión. Es tan complicado sincerarse últimamente con alguien. La gente sólo percibe el órgano, mas no las palpitaciones. Es muy frustrante encontrarse cada vez más con personas así. Sin embargo, como buen engañado que soy, aún guardo fe de que encontraré personas inteligentes y sensibles.

Espero que ahora controles más tus impulsos, que sonrías más que antes y que te vaya bien en tus estudios. Dudo seriamente que leas a esta carta hasta el final o que, simplemente, sepas alguna vez de su existencia. Aun así, esta va dedicada a ti. Me despido deseándote lo mejor en todos los sentidos.

Éxitos en todo
Max