Su hermosura era cegadora; sin embargo, el sol del medio día había terminado por derretir todo ese caramelo suyo que alguna vez me endulzo. Ahora era mujer sufrida, ociosa, cansada, fastidiosa, ella. No entendía por qué seguía allí. A pesar de eso, seguía con ella, pues los árboles parecían tratar de animarme de tanto en tanto con su sombra ofrecida.
-¿Ves algo?
-No.
-Mira bien.
-Estoy cansada.
-No cierres los ojos.
-¡Te digo que estoy cansada!
-Si sigues así, nunca llegaremos.
-No sé para qué me fui contigo
-Yo sí “pero ya no estaba tan seguro de si creía estarlo”. Ya nos falta poco, Clara. Mira, allí, hay una fuente.
-Se ve seca.
-Pruébala y sabrás.
-¿Y si me pica una araña? Me habré bajado por las puras.
-Pues nunca más te acercarás.
-Solo los tontos cometen tales locuras.
-Como huir a la nada con la mujer que dices que amas sin dirección alguna.
-¡Cállate!, ¡no sé porqué me tuve que ir de la casa de mi padres! Ahora estoy en no sé dónde, contigo y sin ti, perdida, cansada.
Nunca antes me había gritado. Fue el principio del silencio. Intenté romperlo, pero fue en vano.
-¿Ves algo?
Silencio.
-Clara, responde, ¿ves algo?
Silencio.
-Está bien. Si no quieres hablar, calla. Quizá no es tu culpa, es mía. Sí, es mía. No debí mirarte esa vez. Tú tampoco, pero lo hiciste. Qué ingenuos los dos. Nunca hagas todo por amor, o ilusión, me decía mi padre. ¡Qué sabio era él! Ahora estamos aquí, con hambre, sed y, ¿desamor? No, nunca he amado. Lo sé, soy consciente de eso, pero guardaba fe de hacerlo. Ojalá tu también hubieses abrazado lo mismo que yo, pero no. Querías una aventura. Ahora la tienes, pero te quejas. No te entiendo. Creo que veo un camino más allá. Avance.
-¿Ves algo?
-No.
-Mira bien.
-Estoy cansada.
-No cierres los ojos.
-¡Te digo que estoy cansada!
-Si sigues así, nunca llegaremos.
-No sé para qué me fui contigo
-Yo sí “pero ya no estaba tan seguro de si creía estarlo”. Ya nos falta poco, Clara. Mira, allí, hay una fuente.
-Se ve seca.
-Pruébala y sabrás.
-¿Y si me pica una araña? Me habré bajado por las puras.
-Pues nunca más te acercarás.
-Solo los tontos cometen tales locuras.
-Como huir a la nada con la mujer que dices que amas sin dirección alguna.
-¡Cállate!, ¡no sé porqué me tuve que ir de la casa de mi padres! Ahora estoy en no sé dónde, contigo y sin ti, perdida, cansada.
Nunca antes me había gritado. Fue el principio del silencio. Intenté romperlo, pero fue en vano.
-¿Ves algo?
Silencio.
-Clara, responde, ¿ves algo?
Silencio.
-Está bien. Si no quieres hablar, calla. Quizá no es tu culpa, es mía. Sí, es mía. No debí mirarte esa vez. Tú tampoco, pero lo hiciste. Qué ingenuos los dos. Nunca hagas todo por amor, o ilusión, me decía mi padre. ¡Qué sabio era él! Ahora estamos aquí, con hambre, sed y, ¿desamor? No, nunca he amado. Lo sé, soy consciente de eso, pero guardaba fe de hacerlo. Ojalá tu también hubieses abrazado lo mismo que yo, pero no. Querías una aventura. Ahora la tienes, pero te quejas. No te entiendo. Creo que veo un camino más allá. Avance.
-Está bien.