domingo, 31 de julio de 2016

'Marte es como Talara'



Y Benavides es our Chinatown.

Hace unos días regresó una amiga de viaje de Washington. Sí, esa ciudad llena de mausoleos por doquier que algunos la consideran un cementerio absurdamente grande con espectros (no tan muertos) viviendo allí.

Decidí con un amigo ir a verla luego de nuestras clases de Tarot. Sí, ahora llevo clases de tarot, y el carro y el loco indican que quizá tenga éxito en esta aventura. Por supuesto, tomo el presagio con pinzas, porque aún no tengo decidido el camino. Pero esa tarde sí lo tenía, o mejor dicho el destino.

Estaba igual que siempre, con sus dos hermosas pulgas y la nieta igual de loca que su padre. Charlamos alguna tontería que no recuerdo, y decidimos preparar pizza. Mi amigo se quitó porque teníamos un cumple al cual decidí no ir porque tenía mucha flojera. Además, ¿cómo rechazar un plan Netflix & Chill que incluye comida?

Preparamos la primera pizza y justo cuando la estábamos sacando del horno se cayó la masa contra el piso. Caos. La Torre invertida. Depresión. 5 de copas. Tal vez, como dijo ella, la deseamos con mucha fuerza. Quizá no debimos usar todo el queso parmesano y casi todas las aceitunas. Como sea, estábamos en un momento de crisis. Me sentía como Steve Jobs sin chamba: el destino me había arrebatado mi mayor deseo, el fruto de mi trabajo. Entonces, me decidí actuar como cualquier emprendedor optimista lo haría. Así es que limpié el piso y me dispuse a preparar una segunda pizza.

Mientras amasaba la masa (?), valga la redundancia, algo no estaba bien... La harina, la puta harina estaba vencida. Karma. Otra vez la Torre. 9 de espadas. No podía ser. Simplemente, no podía ser. Era un mensaje divino. Quizá era yo en la FIL luego de una búsqueda sin éxito de La Odisea y ese sentimiento de 'Todavía No'. Pero no podía vencerme. Simplemente no.

Así es que boté la maldita masa y preparamos una tercera pizza. Mis manos me dolían. La tensión se sentía en aquel minúsculo ambiente de 2 metros cuadrados mientras concentraba todas mis energías y amor en esta pizza. 25 minutos después vino la hora de la verdad: nuestros pecados habían sido perdonados. Derrotamos al destino.

Tragamos mientras veíamos la  inmensidad del cosmos en un documental que narraba las peripecias de un equipo de astronautas que intentaba reparar un noséqué del telescopio Hubble que, de no arreglarse, lo dejaría inactivo para siempre. Un movimiento en falso y décadas de años de chamba se iban al tacho.  Luego de un minitrip con las imágenes y la post reflexión sobre lo pequeño que somos en el cosmos, decidímos ver un documental de conspiración sobre si el hombre había llegado a la luna.

Terminamos el segundo documental y pusimos uno sobre la historia del último hombre en ir a la luna. No podía más, mi cuerpo estaba en pleno viaje interestelar y cayó muerto en pleno rodeo.

Desperté con una las pulgas lamiéndome la cara y otra el polo. Sí, como Fiona en Shrek 2, pero no se siente paja. Despertamos, mi amiga calentó dos tamales para el alma y terminamos de ver el documental. ¿Existe algo más hermoso que amanecer un feriado comiendo tamal y viendo películas? Por estos días, creo que no. Era momento de sacar a las pulgas. Mi amiga se duchó, yo me arreglé el pelo y salimos. En el camino, me contó: 'Oe, ¿sabías que Ana Banana una vez me dijo que Marte es como Talara? (Inserte risas.) Sí, estábamos viendo no sé qué sobre Marte y la huevona gira y me dice Oe', Marte es como Talara alucina. Mucha tierra y polvo. (Inserte risas.) Cague risa, ¿no?'

lunes, 25 de julio de 2016

Volver

Siempre vuelvo sobre mí. Es justo y necesario. Verdaderamente, es justo y necesario. Es nuestro deber y salvación.

No siempre sé cómo empezar sin embargo. Sobre qué hablar, qué decir.

Podría decir, por ejemplo, que he vuelto a tener un encuentro con la muerte. Que ya van 5, aunque solo hablé con 3. Que estoy en alerta.

Podría decir que aún no ha llegado la hora de leer La Odisea. Quizá no encontrar un ejemplar a buen precio en la feria fue lo mejor. No lo hubiera soportado con la noticia de ayer en la noche. Tal vez, hubiese sido demasiado.

Podría decir que no tengo tanto miedo de morir, como de morir joven. Que me aterra conocer a alguien por estos días y descubrir su nombre en un obituario no más de 3 años después de nuestra primera charla.

Tengo terribles errores de sintaxis. El asunto es que lo leo todo en mi cabeza, pero no lo escribo. Entonces, no digo nada de lo que quería decir, porque ya lo dije, aunque no lo haya escrito. ¿Me entiendes? Es un proceso muy rápido, casi incontrolable. Yo detesto las pausas que generan la manía de corregir textos. No son naturales.

Me gusta tener esos vómitor verbales, aunque me pierda un poco y luego regrese a corregir 'vómitos' porque está mal escrito y luego continúe, aunque me pierda...

Y luego el vacío.

Pero es así, me gusta escribir así. Qué conflicto entre entenderse y saberse entender. Como sea, ya pasé del miedo a saberme entender.

Podría decir que es suficiente por hoy y quizá sí lo sea.