jueves, 31 de marzo de 2011

Los verdaderos amigos

Si algo he aprendido de la vida, es que las personas evolucionan, pero siempre mantienen rasgos esenciales que las hacen distintas de los de las demás. La gente no cambia, se transforma, adopta nuevas posturas o reacomoda sus existentes para ser mejores. Los verdaderos amigos son aquellos con los que has aprendido a convivir en todos momentos, a pesar de todas las adversidades y roces que puedas tener con ellos.

El año pasado fue muy especial para mí, pues me demostró que siempre vamos a estar juntos pase lo que pase. Lo corroboré en cuzco cuando en el segundo día ya estábamos llorando por nuestras diferencias, pero al final acabamos riéndonos tomando una vaso de vodka de mala muerte, y corriendo como locos a las 3:00 a.m. en la calle en polo a 2 Cº. También en la fiesta de un chico al que fuimos colados, y cuando conocimos al chico Temporada 2011. Podría mencionar una serie de eventos más, mas no tendría mayor importancia.

En mi opinión, los amigos tienen como base fundamental la tolerancia y perdón. Por más insultos, golpes, diferencias y demás que puedan tener, siempre sobresale la capacidad para permanecer juntos y dejar atrás lo pasado para continuar. Yo habré sido bien mierda con los amigos de los míos por razones particulares; sin embargo, cuando he querido dialogar, he ido siempre con la mejor de las ganas, pues, al final, de nada sirve quedarse con malos pensamientos.

Esas son huevadas, como dice una buena amiga mía. El resentimiento solo alimenta la antipatía hacia las personas y no te permite crecer, ya que es una carga que siempre arrastras contigo y que, a pesar que digas que no jode, siempre está ahí. Siento que estoy viviendo un nuevo ciclo de vida: Se han incorporado nuevas personas a mi grupo, han vuelto otras, y estoy frecuentando otro tipo de vida social. Es tiempo de vivir cosas nuevas y crecer.

martes, 29 de marzo de 2011

Ellos y yo

Mi psicóloga siempre me decía que uno escoje estar solo. Yo creo que es cierto. En mi caso, de una manera u otra, tiendo a espantar a los hombres. No, no soy brujo, tampoco tan feo como para lograr eso, pero sí soy apático. El mayor defecto que puedo poseer es el desgano; aunque, este no es gratuito, es el resultado de una serie de experiencias que me han desmotivado a tratar de enamorarme.

Alguien de mayor edad pensará que es estúpido que alguien a mi edad sienta eso, pero lo cierto es que no todos somos iguales, y la proyección de cada uno frente a un tema es distinto según los ojos que se ven. Soy así, en su mayoría de la veces, porque cuando salgo con alguien le encuentro muchos defectos. Esto debido a que soy perfeccionista. Esto es una mierda.

Siempre espero mucho de la persona con la que salgo, porque me exijo mucho, y creo que tengo el derecho de exigir a los demás tanto como a mí cuando en verdad no es así. Lo reconozco, y me duele admitir que he alejado varias personas importantes por ser de esta manera. Lo jodido de esa situación es que, ante la perdida, me frustro, y mucho, pues perder me resulta ilógico.

No soy tan espontáneo como muchos de mis amigos. No me siento mal con ello, pero sí me incomoda que los chicos que me agradan no vean otras cualidades en mí. A veces creo que me gustan puros cojudos, mas luego me doy cuenta que no. Si lo fueran, ni me habría fijado en ellos. Es parte de esa lucha conmigo y la soledad, pienso en ese momento.

Sólo espero no cagarla tanto en un futuro, y actuar en base a mi experiencia para que las cosas sigan mejor. Pensaré como una vieja de treinta años a la que se le va el tren, pero aún tengo ánimo y el cuerpo de un chico de 18. Eso es un gran plus.

lunes, 28 de marzo de 2011

Del amor y otras huevadas

Cuando era niño, y me despertaba con miedo en la madrugada, me iba corriendo a la habitación de mi abuela a recostarme en su regazo. Todo resultaba más simple. Era un chiquillo que solo estaba interesado en jugar y en no tener que dar mis exámenes bimestrales. Sin embargo, crecí, y junto conmigo nuevos temores. Con el tiempo, mi abuelita cayó enferma, y al cabo de unos años, falleció.

Después, nació Sebitas, mi sobrinito, por lo que mi nanny se tuvo que mudar con mi hermana a su departamento para cuidar del bebe. Fue en aquella época que me empecé a preocupar por quedarme solo. Yo, un mocoso de 15 años, vivía atormentado con la idea de que todos mis seres queridos se alejarían rápidamente de mí.

Me di cuenta que nunca había tenido un novio, ni me había dado el lujo de permitirme experimentar algo con uno. Entonces, me tracé como objetivo salir con uno para ver cómo era el asunto. No tenía algún amigo gay. Creía que mi actuar era pecaminoso, y rogaba clemencia a San Judas Tadeo y al Dalai Lama por la expiación de mi alma. Sin embargo, eso no me impidió explorar mi sexualidad más allá de mis boxers.

Pasaron dos años llenos de cuantiosas experiencias y regalos que me ayudaron de una manera a aceptar aquellos deseos que hallaba extraños en mí. Había salido con salido con varios chicos, pero no había conocido más que sus camas. Sentí que era momento de dar un giro. Fue así que tuve mi primera cita, a la edad de 17 años, con I.

Él era un típico hijo de papi, pero sumamente hermoso. Estudiaba en la UP, era una chico muy conocido dentro de su círculo, todos le deseaban y mantenía una hermosa relación con su padre, quien me guardaba gran aprecio. Sin embargo, sus celos y el repudio de sus amigos hacia mi persona ocasionaron un terrible desenlace entre ambos.

Después, salí con S, Braulio, D y finalmente R. Los 4 son grandes chicos, pero con ninguno logré alguna formalidad. Esto, porque aún tengo miedo de enamorarme, porque no quiero arriesgar, a pesar de que sí sé cómo actuar. Es curioso que me ocurra teniendo en cuenta que siempre soy el que animo a mis amigos a que se lancen en sus aventuras sentimentales.

Tengo un poco de miedo a quedarme solo, pero también a dejarme querer. Soy (demasiado) complicado. Aunque, todavía persiste en mí fe de que todo va a mejorar. Estoy seguro de eso, o eso quiero creer.