jueves, 29 de marzo de 2012

Pesadillas diarias

Llevo días sin escribir una palabra. He querido hablar de muchas cosas, como de la muerte de aquel muchacho Daniel Zaumido en Chile; de mi incremento de desgano estas últimas semanas; de mi mala relación de madre, y otros temas, pero es que tampoco he podido sentarme frente a mi laptop y ponerme a escribir. No lo he hecho por varias razones, pero principalmente, porque no tenía ganas. Lo peor del caso, ahora me siento un poco mal conmigo mismo. Siento que le he fallado a mi hijito. En fin, mejor cuento cómo va la semana.

1.- Volveré a usar lentes de montura. Casi siempre, desde los 15 años, he usado lentes de contacto, y ahora los volveré después de 5 años. Me siento muy extraño, y, aunque suene estúpido, tengo mido a verme feito. Pero, los necesito. Mis ojos me arden ahora cuando despierto en las mañanas, y mi mamá no está dispuesta a pagarme también de contacto para usarlos de manera intercalada.

2.-  Los días amaneces soleados, lo detesto con toda mi alma. Quiero que empiece el invierno ya. Quiero frío ya.

3.- Me he siento más débil de lo normal. Me gustó ver Melancholia el martes, pero me dejó muy triste, un poco desesperado. No encuentro razones para hacer las cosas que me gustan, tampoco para ir más allá de lo normal. No me siento atractivo, pero siento que no puedo cambiar la situación. No sé qué me pasa. Todo me desgana.  Todo me parece que saldrá mal o acabará muerto. No tengo sueños dulces, sino pesadillas, horribles, con finales incontables. Hay algo mal en mí, y no sé qué es, que crece, con las noches.

4.- Conversar con mi mamá no me hace bien. Me estresa que no escuche, que crea que hago cosas para joderla. En fin, no sé qué pensar. No me hace querer tener alguna figura materna para mis hijos. Me pregunto si algún día tendremos una buena relación.

5.- Ya sé de qué quiero trabajar cuando acabe la universidad, y no será fácil, pero lo lograré no tengo idea de cómo. Por el momento, me gustaría un trabajo simple para ganar plata e irme de viaje. Nada más.

6.- Tengo algunas ideas para pintar un par de acuarelas. Son historias mías, un poco intensas. Sé que me va a costar realizar varias, porque será un reencuentro con mi pasado, pero es algo que necesito hacerlo para morir un poco y poder nacer bien. Espero que marche bien.

lunes, 26 de marzo de 2012

Damito de compañía


El martes pasado salí con un chico que escribe comics. Resultó más interesante de lo que creí, y no sé si fue el vino o el whiskie, que estuve más suelto de lo que esperaba. Nos encontramos en barranco y entramos a una galería, relativamente conocida, pues ese día se inauguraba una muestra de arte. La fachada de la casa era de principios de siglo bien conservada, pero por dentro otra cosa. Me encantaba el lugar con sus paredes blancas.

Estaba en lo que parecía un encuentro de gente elegante que ya se conocía bien entre sí. Había varias mujeres con vestidos y collares largos, bien peinadas. Muchas usaban perlas grandes.También había chicos guapos, artistoides, damas de compañía, esposos, coleccionistas, hippies, fotógrafos, diseñadores, de todo.

Lo particular no era esa diferencia de personajes, sino su coexistencia. Mientras caminaba con el chico derramando saludos, no dejaba de pensar en cómo algunos de esos artistas que tanto critican la classe bougeoise de lima viven a merced del dinero de estos, pues son ellos quienes muchas veces compran su arte. Caminaba por la sala más grande donde se exhibían las pinturas deconstruidas y había tantas cosas absurdas e incomprensibles. Por momentos me paraba frente a una y comentaba con aires de reflexión sobre lo que quizá quería decir, una lectura de lo más simple, pero interesante. Él me oía y yo tomaba un sorbo de mi whiskie mientras daba mi punto de vista sobre la discriminación racial vivida en el perú colonial expuesta en las obras.

Me sentía tan sumergido en algo irreal, necesitaba fumar. El historietista me acompañó, me dio un cigarro. Al rato, vino su amigo de la infancia con su respectiva dama de compañía. Ellos empezaron a hablar sobre  muestras pasadas, yo solo sonreía. Era exactamente la flaca arreglada que estaba frente a  mí, con una dulce sonrisa, una copa de vino en la mano y un cigarro en la otra, pero con pene. Claro, participaba de rato en rato, ya que su amigo no dudó en presentármelo como un alcohólico. Estuvimos así un rato, hasta que nos dijo que iría a otra galería, que si íbamos nos tenía guardado vodka. Me dije a mí mismo, qué excelente compañía para contemplar arte.

Nos despedimos y subimos al segundo piso. Me quedé fascinado contemplando las esculturas dulces de Bambi muerto. La más hermosa era una celeste en la que el siervo yacía muerto con la sangre negra que se desparramaba a causa de un diamante inmenso incrustado en su pecho. Esplendida. Después de una copita de pisco, marchamos. Pásamos rápidamente por otra que no estaba en el plan, y caímos en lo que sería nuestro destino final. Un pasaje grande lleno de papeles para colorear me dio la bienvenida. "Cream pie" fue mi obra maestra aquella noche.

Hablamos buen rato en lo que No era una cafetería cuando sentí que mi mano empezó a sudar. Suficiente. Siempre el control y la decencia sobre todo. La cara de la Sra. de Larco se me apareció entre crayolas y me dijo que me comportase. Así lo hice. Permanecimos allí hasta que muy amablemente nos invitaron a retirarnos.  Su amigo había cumplido con su promesa y quería seguirla, pero el hombre del comic tenía otros planes. Yo también.

Le dije que tenía hambre, me invitó algo de comer, y él pidió un pisco sour. En verdad, le gustaba tomar pisco. Me acompañó a tomar mi taxi, se despidió y me fui. De pronto, esa película vino a mi mente. Empecé reírme solo. Mi mente no deja de sorprenderme.

sábado, 24 de marzo de 2012

¡A la soltería dile NO, NO, NOOO!

No me gusta estar soltero porque cuando estoy con mis amigos me preguntan cuándo tengo mi parejo mientras ellos se dan piquitos con sus novias o novios; porque algunos ya tienen exs y yo ni cabra ni soga; porque cuando vamos caminando tengo que ir adelante o atrás; porque soy el noveno luego de cuatro parejas; porque cuando vamos a Mc donalds o Burger King no hay combos para tres, cinco o siete; porque los martes son 2x1 en el cine y no tengo con quién compartir;  porque los restaurantes elegantes no siempre tienen mesas circulares, y debo ocupar la mesa o silla extra.

Odio estar soltero, porque ese paquete de viaje a las arenas blancas de San Andrés es para parejas, y, aunque no tenga un sol, me gustaría alucinar con alguien más que podría ir el próximo mes; porque quiero pelearme con alguien en el supermercado al momento de comprar comida; porque quiero pasar el invierno apapachado de alguien en mi cama; porque no tengo a quien pintar desnudo sin que me cobre con favores sexuales o con cariño que no me nace dar; porque quiero escribir el cuento más lindo del mundo; porque cuando quiero un polvo no tengo perro que me ladre; porque quiero compartir mi asiento de combi con alguien más que un desconocido; porque soy un fetichista y quiero cumplir ciertas fantasías con alguien especial para mí. 

Me desagrada estar soltero, porque el chico que me gusta no me da bola, y el chico que me inspira tampoco, y no tengo al final con quién hacer qué; porque mi hermana me molesta con una chica, a pesar de saber que no me gusta el clítoris; porque quiero que alguien me diga que me extraña de vez en cuando y que no sea mi otra hermana en España; porque quiero mentirles a mis viejos diciéndoles que salgo con alguien (que tiene dos huevos); porque mi nana me pregunta ya cuándo y aún nada.

Detesto estar soltero porque alguna vez quisiera sentir eso que no lo pienso decir, porque mi orgullo me lo impide; porque lo he estado más de veinte años; porque aún sigo creyendo que soy humano, y porque creo que ya toca, que tan feito no soy, que, aunque renegón, siempre arrecho y bonachón. 

lunes, 19 de marzo de 2012

Como si fuera la primera vez...

Aún recuerdo la primera vez que quedé con un pata para tener sexo. Tenía 16 años, él 23. Lo encontré en una sala de chat; intercambiamos msn, y nos vimos. Me imagino que la idea de tirarse un post-púber le excitaba a mil. Yo me arrechaba por aquel entonces con solo una conversación. Él se sabía todas las jugadas. Fui con mis braquets, mi tartamudez, y mi terrible pronunciación de R, que le hizo preguntarme más de una vez si en verdad era de aquí, o si le estaba tomando el pelo.

Aquella vez yo vestía un polo, un jean y una casaca simple. Tenía mi cabello corto. Él era más chato que en las fotos, con los ojos verdes y una barba un poco crecida. Me atraían las barbas, pero la suya me causaba repulsión. No se lo dije, claro, por cortesía. La caminata por San Isidro resultó larga, distante. Sus ojos me miraban desconfiados de rato en rato, como si de pronto fuera a gritar que estaba siendo acechado por un hombre mayor con ganas de tirarme por la fuerza. Supongo que tenía tanto miedo como yo frente a lo que mis nervios me podían hacer en cualquier momento.

Lento, con la mano sudando, llegué a su departamento. Empecé a practicarle sexo oral, y sus jadeos no se hicieron esperar, luego puso muchas almohadas sobre su cama, y me sentó encima. Mi cuerpecito apenas flotaba entre estas, y él empezó la faena. Me intentó lubricar, pero no cedía. Empujó un dedo, y nada. Luego dos, me fastidiaba. No era como lo recordaba, no se sentía bien. Me faltaba esa comodidad, y eso que me había atraído. Me abrió la piernas, él se colocó, y lo empujé. Lo eché para atrás con fuerza, sin decir una palabra. Mis ojos lo decían todo. Empezó a fumar, yo me vestí a mi ritmo, y salí del cuarto.

Al bajar, me sentí sucio, asqueroso, salvado por una obra milagrosa de no quedar como una puta. Agradecí a Dios y seguí mi camino. Caminé hacia el malecón, quizá, con la esperanza de que el viento aleje de mí ese olor a sexo nauseabundo que sentía en aquel momento. Nunca más volví a saber algo del tipo. Sin embargo, aquel mal sabor no me impidió saciar mis descubrimientos más adelante.

Volví a salir con otros chicos. Salí con un par más hasta que tuve la fuerza suficiente para dejarlos entrar. Era más simple conseguir un hombre para follar, no había tanto lío. A mi favor estaba el hecho de que no conocía a muchos gays, y que tampoco salía a lugares de ambiente. No resultaba precisamente el arquetipo de hombre latino, pero sabía convencerlos con otras cualidades menos ortodoxas. Sin embargo, con los años, me aburrí. Me cansó fornicar con tantos. Lo había hecho con un tipo que me duplicaba la edad, con otro más púber que yo, con un coquero, con un universitario, con un jugador de rugby, con alguien cercano a mí, y otros más. Quería crecer y tener una relación.

Lo intenté, acabé hasta el culo. Ahora que intento buscar un pata para tirar no puedo hacerlo. No es que sienta asco, ni me sienta puta,  es solo que no estoy tan bien conmigo mismo. No me logro ver fornicando con un huevón de cabeza hueca. Así como tampoco me veo tan apetecible, lo cual es preocupante. Sé que lo segundo se puede "mejorar". Pero, creo que el problema va más allá. Es algo mental con lo que debo luchar. Me es muy difícil. Debo aprender a no bloquearme las oportunidades que tengo de conocer a gente nueva que sé, en el fondo, me pueden ayudar a pasar un buen rato en lo que sea. Siento que vuelvo a empezar.

domingo, 18 de marzo de 2012

Charlas vacías

Conversación 1:

-¡Gachiiiiii!
-¡Tali, gorda!, ¿qué tal!
-Bien, preciosa, ¡y tú? Estas perdidaza.
-Es que me la he pasado todo el verano en Naplo con Gusta.
-Ay, Gachi, a ver si nos vamos a nikita el próximo finde, aunque sea.
-Obvio, amor, tú bebeame y quedamos.
-¡Estás bronceadaza!
-¡Gracias! Como que mi gordo es amigo de Braulio, un chico con yate y algunos días bajamos a Pucusana por unos vinitos con Romi y Adri, y luego paseamos por allí. ¡Manyas?
-Fresh! Pucha, yo casi no no me puedo mover de Asia, mis viejos se enojaron fuertísimo luego de lo Juan Diego. Casi ni me dejan ir a Santa Maria para año nuevo, alucina.
-Pucha, qué mala onda.
-Pero, tranqui, guapa, ¿somos el sábado, entonces?
-Obvio
-Oka, un beso, cualquier cosa si no es al bbm, por el whatsupp.
-Muak

Conversación 2:

-Carlitoooooos, ¿qué tal?, ¡cómo estás? Estás bronceadazo.
-Sí, obvio, me la he pasado todo el verano en sur.
-¿Ah, sí? ¿A qué playa bajas?
-A todas, obvio.
-¿Y Braulio?
-Pucha, no creo que venga, alucina. Seguro está chambeando para mantenerne, jajaja.
-Jajajajaja, raaaagia, tú.
-Toda la vida. ¿Y tú como estás, Mario?
-¿Yo? Bien, tranqui, en la u.
-Ah, ya... Pucha, yo empiezo la próxima semana. Fail.
-Oghh, pucha, Juan Carlos ha venido con Diego, que está ebrísimo.
-Ay no, qué asco.
-Sí, no me quiero ni voltear para no me vean.
-Ok, ok, pero vente conmigo. Estoy con Rori y Matías
-Ok...

Conversación 3:

-Aj, odio a los arties de mierda.
-Pucha, pero así son felices, ¡no?
-Igual, los odio, creen que porque tienen fotos con retoques photshop serán la gran cagada. ¿Puedes cambiar esa mierda pop? ¿No tienes algo de Morrisey, The Cooks, Sui Generis o Devendra Banhart?
-¿Pero es Beyoncé!
-Bueeeno. Solo a ti te lo permito, porque no eres marica.
-Jajaja, ok. Oye, el martes hay una exposición sobre Szyzslo en el mali, ¡vamos?
-Ya, bacán.
-Ya, le paso la voz a Natalia y Juanca.
-¡Juanca? Pucha, no sé... La vez estaba chupando en luz verde con Alexis hasta que vino con su camisita y short, todo pulcro, presentable.
-Jajajaja, ay, ya. ¡Pero, es buena gente!
-Sí, pero naa. En fin.
-¿Vienes a Matadero con nosotros?
-¡No, gracias! Sabes que no me gusta la mariconada. Más bien, sírveme más whiskie, porfa.

Conversación 4:

-Hola, puto.
-Hola,  bitch, ¿qué tal?
-Ahí, maso, odio al papa de Ricardo, ¡no nos deja en paz! La vez pasada nos invitó a comer a la Bisteca y todo hermoso, excelente. El viernes, me voy a su casa, y se puso terquísimo, ¡peor que mujer con que no nos dejaba salir!
-Ay, pero ya fue. Ya están aquí.
-Me enerva, entiendes, me enerva.
-¿Y Gachi? Ah, por ahí está la gordita, tragando. Vomitando va a estar luego. Ya le he dicho que se aguante,  ¡pero no hace caso!
-Uh, ¿y tú?, ¿que tal?
-Bien... Te he extrañado.
-Aw, yo también.
-Sí, amigo, hay que vernos pronto.
-Sí, por favor, pero cero perras. No más con Sergio.
-Obvio, está excluido del grupo.

Algunas veces, luego de salir de ese antro gay espantoso, o de pasear por lugares poco comunes que frecuentan conocidos míos, tomo una distancia adelante o detrás de ellos. En ese preciso momento en que me encuentro solo conmigo mismo, me pregunto: ¿cómo es que puedo recrear este tipo de escenas en mi cabeza con tanta naturalidad? Entonces, creo que he fallado en algo, que el chilcano no ha surtido efecto, que el darle a placer a mis ojos no es suficiente, que estoy desubicado, y me siento más extraviado de lo normal.

martes, 13 de marzo de 2012

Carta a un torpe que dejó de ser amigo

A ti:

¿Cómo te va? Espero que estés pensando sobre las ultimas decisiones que has tomado, y sobre las personas que has conocido hace poco. Me apena ver cómo aquella gente que creyó en ti ahora se aleja, entre los cuales estoy yo. La verdad, me siento más decepcionado, que triste. Ya no eres el chico colegial que me mintió sobre su sexualidad, y al cual intenté conocer más, porque me parecía atractivo. No, ahora eres un cojudo que se deja llevar por una cara operada y unos billetes con el simple fin de pasarla bien. Qué patético te ves desde mi sitio.

Hace tiempo dejé de cuestionarme por qué nuestra amistad se fue al tacho, pues descubrí que la razón de todo era tu manía por hacerte creer a ti mismo algo que no eras. Te engañaste, les mentiste y ahora estás jodido. Quizá ahora todo pinte genial, pero tus errores ya están. No pudiste perdonarme aquella vez que fuiste a mi cumpleaños y, claro, cómo ibas a hacerlo si ni siquiera lo habías hecho contigo. Me gané odio, enojo, no solo tuyo, sino también de otros. Me equivoqué alguna vez, pero no fui tan marica como tú para negar lo hecho, y pretender que nada había pasado.

La gente no es cojuda, sabe, se informa. Si tú no dices la verdad, busca la manera de conseguirla. ¿Cómo saben que mientes? Es obvio, tu mismo engaño ha creado toda una red de mentiras que ponen en duda hasta tu aliento. Hace años pretendí ocultarme ante los demás como una víctima, que sí lo era en parte, pero solo me llevó a un camino más cruel. Equivocarse no está mal, pero tú no admites errores si no te convienen. Por eso, pides perdón cuando estás encasillado, cuando la has cagado, cuando la amistad corre peligro.

Hoy conversaba con aquel que te quiso mucho, pero al que no trataste bien después de todo. En tu defensa, puedes decir que yo no he participado del asunto como para comentar, pero te puedo decir que no es necesario ser un erudito para ver que la fregaste como ya lo habías hecho anteriormente. Encima, te metiste con una puta, y no cualquiera, un arribista. Y, es que eres tan conchudo, que te importa poco el qué dirán cuando nadie te ve, pero ante los demás usas tu máscara de caleta. Un asco, pues. Qué horrible saber que te usas para aprovecharte de los demás.

Esa fue la razón por la que no te llamé, por la que no te envié un mensaje para salir "a divertirnos" como los viejos tiempos. Sabía de todo el rollo que estaba armándose, y no me quise envolver. Me siento más cercano de comprender a tus ex novios que a ti, y jamás pensé decir esto, pero es así. Solo espero que te sepas levantar luego de tu choque. Por ahora, quiero seguir sin ti. Es lo mejor.

Chau

viernes, 9 de marzo de 2012

Atrapado

Hoy intenté escribir una carta, pero fue muy complicado. Mientras lo hacía, me vi a mí mismo hace 5 años. Fue una imagen muy triste, desoladora. Lamentablemente, no podía curar las heridas del muchacho, ni decirle nada sobre más adelante. Vinieron todas mis dudas e inseguridades a mi cabeza. Fue muy chocante recordar ciertas cosas que había olvidado, y otras tantas que había bloqueado por salud mental.

Hace poco leía que cada uno se merecía lo tenía. Bajo este concepto, los miserables tienen la vida que les corresponde, porque han aceptado esa condición hasta interiorizarla, y porque no han hecho nada que les haga desmerecer esto. Entonces, me puse a pensar que  si yo, con las comodidades que tengo, no consigo llegar sentirme satisfecho o feliz, es porque en cierta medida no he buscado nada para ser feliz, lo cual guarda mucha lógica.

Pero, salir de mi estado de desgano y tristeza es tan complicado. Es una especie de círculo vicioso, uno mismo busca autofrenarse para no avanzar. Es difícil creer que uno quiera salir de esto, y a la vez se ponga más obstáculos para no lograrlo, pero pasa, es más común de lo que se cree. No tengo muchos motivos ahora para escribir, para pintar o hacer. Prefiero pensar, pero es dañino, porque mi mente procrea historias muy fantasiosas que se confunden con mi realidad. Me marean, me ponen mal.

De pronto, me siento débil, sin ganas de luchar, sin espíritu, patético, común. Qué incómodo es esto.Conforme transcurren las noches, estos pensamientos se tornan más fuertes en mí. Es horrible, pero no sé            hacer. No hay nada por hacer. Como si eso bastara, el optimismo no es precisamente mi cualidad más resaltante.

sábado, 3 de marzo de 2012

Noche de La gorda

Ayer fui a aquel antro de nuevo. Mejor dicho, al nuevo local con la misma gente del antro antiguo. Hacía más de 3 meses que no iba, y casi nada había cambiado: las mismas personas, las mismos grupos, la misma música, los mismos tragos, el mismo ambiente incómodo en el cual no socializar es una condena. 

Pensé en verme ayer con un amigo para salir, tomaríamos unas cervezas y luego a bailar. La esquina de Vivanda de Pardo sería nuestro punto de encuentro. Llegué puntual, pero no vi a nadie, hasta que reconocí a una hipster con un tipo gordito qruzando la pista. Eran Nino y Al. Nos saludamos. Iban acompañados de una cerveza cada uno, felices, tontos, picados al fin y al cabo. Intercambiamos un par de palabras y dimos una vuelta. Llamé a mi amigo, pero no pudo venir, porque "se le presentó un inconveniente". Estoy harto de esas mentiras, así que no dije nada y colgué. Estaba oficialmente sin planes, pero tenía la compañía de mis dos amigos.

Caminamos un poco más, y entramos a Vivanda por un pack de cervezas. Fuimos a hipstercueva, conversamos, quedamos en ir al nuevo lugar, tomamos, fumamos. Me encantó que todas las puertas del pasadizo del noveno piso sean rojas con las paredes blancas. Le otorgan mucha eroticidad al espacio. Supuse que tirar ahí debe ser excelente. Le he propuesto a Nino que un día de estos me preste su oficina para hacer travesuras. Ella ha accedido con gran facilidad. Será cuestión de ver cómo y cuándo es.

Faltando 20 minutos, marchamos al dichoso nuevo lugar. Entramos, estaba muerto. Daba más pena que una fiesta temática en lola, los cigarros se habían acabado. Jodidos. Decidimos caminar hasta el grifo Pecsa del Ejercito pasando el segundo óvalo. Como Nino estaba ebrio, y yo y Al necesitábamos nicotina, el trayecto resultó no tan largo. Nos reímos el tiempo que duró, hasta que regresamos. Fumábamos en silencio, hasta que vino Ignacio con su novio y su grupo de amigos.

Juro que traté de ser amable e integrarme. En serio, hice todo lo posible por tratar de soltar algo más un hola, pero no lo conseguí. No podía. De nuevo, me invadió ese asco, esa repulsión hacia la gente que tiene la asquerosa manía de cerrarse. Era más que suficiente para mí. Lo peor de todo, es que tuve que esperar como imbécil en silencio a un tipo x para que Al se digne a entrar con todos. Allí me percaté que sería una larga noche.

El local se empezaba a llenar de hombres, abrazos, besos, risas, más asco. Me puse a reflexionar sobre por qué me daba tanta náusea estar en aquel sitio. Hace aproximadamente un año cuando fui  la pasé bien, pero ahora todo era distinto. Las personas habían cambiado, pero muy ligeramente, entonces, ¿había cambiado yo? Reflexionaba sobre esto, y la falta de motivaciones para lanzarme a mantener contacto visual con un chico o para integrarme en un grupo, hasta que me di cuenta de que Nino no estaba a mi lado, tampoco Al.

Le intenté preguntar a Ignacio dónde estaban, pero él yacía ocupado saludando a sus conocidos. Me fui al baño a lavarme la cara, a ver si así me despertaba de tal pesadilla, pero nada. En cambio, una amiga cansada y demacrada me recibió en la puerta. Ella ya no podía, yo tampoco. Mucha mierda por un día. Me marché cansado, con la herida que me ardía, pensativo, decepcionado, ligeramente triste y más estúpido de lo normal. Me propuse no volver a ir, pero quién sabe cómo será el próximo viernes.

jueves, 1 de marzo de 2012

Una pausa

Hace unos días estaba un poco deprimido, porque no encontraba aquello que me hacía simpático.   Aún busco eso. Divagaba en mis pensamientos cuándo fue aquella vez que me miré en el espejo y me di cuenta que era diferente, que había cambiado, que había dejado la ternura por algo más. Buscaba un periodo en el tiempo, y quizá fue cuando cumplí 19, no estoy seguro. Estaba sumergido en plena angustia hasta que un viejo amigo se me acercó a hablarme. Le comenté sobre mi problema, sobre los caminos que tomamos, y caí en cuenta que parecía  irreconocible. 

Años atrás me hubiera bastado más de un par de minutos para expeler, casi involuntariamente, algo de coquetería. Ahora ya no ocurría eso. Mientras hablábamos, veía que él guardaba en sus memorias la imagen que otros tantos chicos aún conservan de mí: la de un flaco dulce, con cabello ondulado y largo, suave,  y ojos grandes. Él me recuerda así, pero ya no soy así. Le expliqué cómo me miraba, pero que aún no me reconocía del todo. Yo sé que le jodió admitir que el tiempo pasa. En verdad, creo que le molestó más verme así. Empezamos a hablar del rumbo que cada uno siguió.

Él conoció un tipo de mi edad. -Mírese cómo utilizo la palabra tipo, y no persona, porque me siento en posición de guardar distancia de ese sujeto-. Se lo tiró un muy buen par de veces; le abrió su pequeño corazón, pero el muchacho desapareció, casi se podría decir que se esfumó. Aun así, él lo recuerda con tristeza y sonrisa las veces que sintió su piel y afecto. Yo, en cambio, salí con varios chicos con ganas de experimentar ser amado, pero ninguno de ellos tenía ganas de querer. Acabé cagado dos veces, y decidí enclaustrarme por sanidad espiritual. Callamos.

Estábamos en silencio cuando lo rompí para comentarle sobre ciertas cosas muy mías, y a dónde había llegado a parar con los hombres. Él se asombró un poco, me dijo que era un estúpido, que ya no tenía amantes porque no quería, que todo era cuestión de actitud. ¡Actitud, Qué pichulada es esa? Le insulté un poco, sonrío. Para ser pasivo, tienes un carácter... El me aguantó, y me dijo que sí, que todo se basaba en eso, que por último actuase mi interés y dejase de lado mis problemas mentales antes de acostarme con un hombre para así simplificarme la vida. El problema es que me gusta lo difícil, lo trillado, lo imposible, aunque me haga mal.

Me dijo algo que vengo oyendo desde hace un par de meses por varias bocas, que mis problemas mentales espantan a los hombres, a pesar de lo atractivo que quizá llegue a ser.  He llegado a creer que tal vez sí es cierto, que mis dudas, mis pajazasos mentales, aterran, pero es que no puedo controlar mis demonios así no más. Se me escapan por los poros. La gente cree que es fácil para mí salir con un tipo sonreír; lanzar un comentario astuto; sonreír más, y llevar una conversación inteligente a una más morbosa, pero es complicado. Hace tiempo decidí no ser estúpido. 

No tenía más que decir, nos miramos un largo rato. Es difícil para mí aceptarme luego de todo lo que ha pasado. Como si eso me bastara, la operación... La piel es más fresca y sensible que antes, pero con el tiempo pasará. Extraño intercambiar palabras por besos, helados por sudor o sexo por tardes. Debo explorarme más. Aprender más de mí. Como le dije a un amigo, estoy viviendo una segunda pubertad  un poco más jodida que la anterior. Lo bueno de todo esto es que tengo herramientas para salir bien librado.

A aquel amigo, ex amante, le despedí con un beso en la mejilla. Sé que no le gustan las mariconadas, pero a mí me deja, porque soy yo. Ojalá lo vea en un par de meses. Se extravía igual que otros tantos, pero regresan. Cuando llega la tarde, vuelven. En cuanto a mí, quiero jugar un poco cuando esté más recuperado.