miércoles, 31 de agosto de 2011

No eres tú, o el mundo, soy yo.

Ya no salgo con el chico sexy al cual me referí en un post pasado. No, por diversos motivos que no vienen al caso contar. Aun así, le extraño. Pienso muchas cosas, como por ejemplo lo genial que era cuando me cargaba, las veces que me decía lo precioso que estaba vestido, o lo mucho que se excitaba cuando le besaba el cuello sin parar. Entonces, viene una imagen como un flash a mi mente. Wow, hubiera sido un buen polvo. Lástima que no lo fue (hasta ahora).

Estar (¿de nuevo?) soltero me hizo pensar por qué es que sigo en esta situación. Sé cuál es la respuesta: él tiene la culpa, pero yo también. No es que sea masoquista, es que en verdad tengo un poco de culpa. La vez pasada, mientras conversaba con un amigo sobre lo mucho que él extrañaba a su chico y a la inversa, y el polvazo que le va a dar una vez que llegue a Lima, me puse a pensar en qué radicaba el éxito de esa relación, y me di cuenta que es la seguridad.

No basta con que yo quiera algo, en este caso una relación más formal, sino con que esté completamente seguro de que eso es lo que deseo, y de que el otro también. Me di cuenta de que por más firmeza que haya en mis palabras, y por alientos que le di al muchacho, en mis sueños así no se pintaba la historia. Más bien, era un fatalista de mierda. Luego, pensé que mis sueños guardaban relación con la realidad, y que estaba destinado, de ser así, a tener una vida sentimental muy penosa.

Sin embargo, luego recordé a Amartya Sen y su gran lección luego de leer la parábola hindú de su libro Identidad y Violencia: la ilusión del destino: Cada uno es dueño de su propio destino. Entonces, me sentí más tranquilo, pero me dije, ¡por qué me ocurren esas cosas?, ¡por qué no puedo salir con un tipo que simplemente quiera amar, tener sexo salvaje, reír, conocer la vida, etc.? Y recordé lo que me dijo Mila, y Diego, y otros amigos más: Aún no estás preparado Maxi. Aún no. ¡Vive!

Pero, si es así, ¿por qué yo sí creo que lo estoy? Porque dentro de lo fatalista que soy, dentro de todo mi perfeccionismo, esnobismo, estupidez, todavía guardo fe en que en verdad las cosas no tiene por qué ser así. Porque persiste en mí la creencia de que todo va a marchar bien, al ritmo que tiene que seguir, y que tarde o temprano estaré con el chico con el que me toque estar, y ya. Claro, esto no implica que no pueda cometer unos cuantos Ups! en el camino. Además, de los errores uno aprende. Y este aprendizaje, con el tiempo, se convierte en sabiduría. Así que a vivir se ha dicho. ¡Vamos?

sábado, 27 de agosto de 2011

Quizás, quizás, quizás...

Y así pasan los días...




jueves, 11 de agosto de 2011

Yo también...

Una frase completa puede cambiar todo el sentido del mensaje. Lo aprendí hace mucho. Ayer caminaba con Rulos Bonitos por el parque de la loma, y, mientras conversábamos, me di cuenta de que muchas veces no necesitaba decir la oración completa para que él entienda lo que quería decir, lo cual me pareció increíble, pues eso me demuestra que hay una buena comprensión entre lo que uno dice y el otro escucha.

Sin embargo, me puse a pensar por una fracción de momento en esas veces que charlaba con otras personas y solo me decían , No, Yo igual, En fin, Yo también, etc. Sí, su respuesta era simple y directa, pero me dejaba la mente abierta a muchas interrogantes. A veces, aunque parezca estúpido, resulta necesario completar toda la frase, pues al hacerlo damos más seguridad sobre lo que sentimos frente al mensaje, y nos acerca al otro, pues le hace sentirse escuchado. Entonces, me acordé del típico ejemplo de...

Y: Hola Bebe, ¡cómo estás?, ¡todo bien?
X: Sí.
Y: Bueno, yo hoy día tuve un día maso pesado, pero luego... Y tú?
X: Yo igual.
Y: Ok. Te quiero mucho.
X: Yo también.
Y. Ok (¡tú también qué, me quieres mucho o lejos, me lo dices por compromiso o qué?)

Puede sonar bien noico lo que estoy diciendo, pero oír la frase completa con ESA palabra, y todo el sentido que acarrea, puede modificar muchas cosas, como la percepción que se tiene sobre uno. A veces sí es necesario que alguien se dé 1 segundo de su vida y te diga de buena manera, así esté cansando o lo que sea , Yo también te quiero. Sonará estúpido, pero creo que decirlo completo es una manera de afianzar un lazo con la otra persona.

No voy a negar que influyen la voz, la manera cómo se dice el mensaje, el contexto, entre otros factores, pero no por ello la palabra debe ser olvidada o tratada como algo secundario. Puede ser que muchos se comuniquen con silencios y otros medios, pero hasta ahora no he conocido sujeto que no haya gustado un mensaje que diga "te quiero mucho" enviado al celular a las 3:00 a.m. por alguien querido.

martes, 2 de agosto de 2011

¿QUÉ!

Ayer volví a caminar con Churro. Él es muy tierno, muy lindo, como cualquier chico al que le interesa llegar a conocer bien a la otra persona, pero se controla en ciertas cosas. A mí me gusta ser inquieto, especialmente con mis manos. A veces le toco el vientre desprevenido. Él reacciona rápido, y me dice que no le tiente, que quiere esperar, que no la quiere cagar. Entonces, yo me empiezo a reír como estúpido, y le digo RAWR! Sí, le digo rawr, y me siento tontamente cursi, y me río pensando en qué dirían mis amigos si me viesen en la posición que me encuentro ahora.

Pero, ya me desvié del tema hablando de lo lindo que es el chico. Decía que ayer andaba con él cuando mencioné algo medio morboso, y me espetó un ¿QUÉ! Yo le dije que sí sabía lo que había oído. Me respondió que sí, y que si a veces uno pregunta qué es lo que dijo aquella persona es para esperar, por lo general, una respuesta negativa, como es obvio, según él. La verdad es que a mí no me pareció tan obvio, pero como estaba embobado mirándolo le presté poca atención a lo dicho hasta que me dio hambre, y fuimos a Plaza vea, pero no había nada para comer. Entonces, marchamos a Tottus.

-Mira, ¡yogur de maracuyá!, le dije emocionado.
-¿Dónde!
-Ah, no, es granadilla... Es que las pepitas...
-Bueno, ¿lo vas a llevar o no?, me preguntó impaciente.
-Un ratito más.
-Ya hemos visto todo Tottus. ¡Solo tienes que escoger un yogur!
-¡Ok, ya! (No me apures.) Me encanta el maracuyá.
-Lo sé.
-Pero no hay.
-Así es.
-Uhmm, ¡y si llevamos la chica para probar?
-¿No quieres el grande?
-Sí, claro, pero...
-Ah, uhm, entonces te va a gustar.
-¿Qué! (¿Es en serio!)
-No, nada.
-¿Qué dijiste!
-¡Lo llevas o no?

Me pudo haber dicho que sí. Pero no lo hizo, sino hasta dentro de un ratito y forcejeando un poco la situación. Me acordé, pues, de lo que habíamos hablado hace un momento. No es que me haya parecido mala su respuesta, ni la mejor. Quizá si me hubiese sido dicho que sí, me habría reído, y le hubiera guiñado el ojo, o algo por el estilo, mas no lo hizo. En la cola, mientras esperábamos a que el cajero se digne a atender más rápido, volví en mí, pisé tierra, vi al chico de rulos bonitos, le sonreí, me sonrió, y pensé: No Max, no todos los hombres son iguales, y que bien que así sea, en verdad.