martes, 2 de agosto de 2011

¿QUÉ!

Ayer volví a caminar con Churro. Él es muy tierno, muy lindo, como cualquier chico al que le interesa llegar a conocer bien a la otra persona, pero se controla en ciertas cosas. A mí me gusta ser inquieto, especialmente con mis manos. A veces le toco el vientre desprevenido. Él reacciona rápido, y me dice que no le tiente, que quiere esperar, que no la quiere cagar. Entonces, yo me empiezo a reír como estúpido, y le digo RAWR! Sí, le digo rawr, y me siento tontamente cursi, y me río pensando en qué dirían mis amigos si me viesen en la posición que me encuentro ahora.

Pero, ya me desvié del tema hablando de lo lindo que es el chico. Decía que ayer andaba con él cuando mencioné algo medio morboso, y me espetó un ¿QUÉ! Yo le dije que sí sabía lo que había oído. Me respondió que sí, y que si a veces uno pregunta qué es lo que dijo aquella persona es para esperar, por lo general, una respuesta negativa, como es obvio, según él. La verdad es que a mí no me pareció tan obvio, pero como estaba embobado mirándolo le presté poca atención a lo dicho hasta que me dio hambre, y fuimos a Plaza vea, pero no había nada para comer. Entonces, marchamos a Tottus.

-Mira, ¡yogur de maracuyá!, le dije emocionado.
-¿Dónde!
-Ah, no, es granadilla... Es que las pepitas...
-Bueno, ¿lo vas a llevar o no?, me preguntó impaciente.
-Un ratito más.
-Ya hemos visto todo Tottus. ¡Solo tienes que escoger un yogur!
-¡Ok, ya! (No me apures.) Me encanta el maracuyá.
-Lo sé.
-Pero no hay.
-Así es.
-Uhmm, ¡y si llevamos la chica para probar?
-¿No quieres el grande?
-Sí, claro, pero...
-Ah, uhm, entonces te va a gustar.
-¿Qué! (¿Es en serio!)
-No, nada.
-¿Qué dijiste!
-¡Lo llevas o no?

Me pudo haber dicho que sí. Pero no lo hizo, sino hasta dentro de un ratito y forcejeando un poco la situación. Me acordé, pues, de lo que habíamos hablado hace un momento. No es que me haya parecido mala su respuesta, ni la mejor. Quizá si me hubiese sido dicho que sí, me habría reído, y le hubiera guiñado el ojo, o algo por el estilo, mas no lo hizo. En la cola, mientras esperábamos a que el cajero se digne a atender más rápido, volví en mí, pisé tierra, vi al chico de rulos bonitos, le sonreí, me sonrió, y pensé: No Max, no todos los hombres son iguales, y que bien que así sea, en verdad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario