Lo conociste por el chat, como cualquier chico ingenuo de tu generación que se aventura en nuevas experiencias pensando que aquel no podría ser tan mal lugar para ligar con hombres: eras nuevo. No tardaste mucho en conseguir uno. A ellos le gusta la carne fresca. Lo sabes. Ninguno te convencía del todo por cam, hasta que llegó él. Era trigueño, cosa que no te gustaba, pero tenía un cuerpo formado, y un bonito rostro. Aceptaste salir con él. Temblaste tu primera cita. Nunca antes habías salido con un chico. Luego, cuando te intento besar en su carro, ni siquiera podías mover los labios. No sabías qué hacer.
Para tu suerte, no te llevo a su departamento. Te quería levantar, pero se contuvo. Ya sabe cómo moverse con chibolos como tú. Te invitó unas 6 veces a la Trattoria, 5 a La Gloria, 7 a Antica , y no sé cuántas veces a tomar un té a San Antonio. Te compró tus Adidas, tu polo Lacoste, tu reloj, tu ser.Todo resultaba perfecto, pero sabías que tarde o temprano iba a tocar pagarle con creces, y no justamente con dinero.
Fue así que el día que cumplieron 6 meses luego de salir decidiste acompañarlo a su departamento. No irían solamente a tomar un vino, y comer postrecitos. Irías a tirar. Eras chibolo, pero no cojudo. Además, preferías hacerlo antes que él te empezara a recriminar los gastos. Aquel día te pusiste tu mejor ropa y un lindo boxer anaranjado. Se encontraron en KFC de Larcomar, subiste a su carro, y se marcharon a su departamento. Nunca habías entrado. Era lindo.
La sala tenía un gran ventanal que daba hacia el malecón. La vista era hermosa. Dentro de esta había varios estantes de libros, un escritorio con varios post-its alrededor, unos sofás antiguos, y una mesita de centro que sostenía una maquina de escribir antigua. Cogiste el primer libro que viste. Era un álbum de fotos. Viste muchos chicos lindos. Todos parecían tener tu edad. Te dio un poco de miedo. De pronto, oíste un click, giraste, y lo encontraste tomándote fotos.
No dijiste nada. Solo callaste, no querías saber para qué eran esas fotos, pues temías de su posible reación. Luego, entraste a su habitación, era blanca, con vista al malecón, y con unos grandes espejos en todo el closet, que estaba ubicado frente a la cama. Te desnudó rápido. Se denudó lento. Quería saborear su momento. Temblabas por lo nervioso que estabas, pero te exitaba la idea un poco. No lo puedes negar.
Se la chupaste un rato. Hasta ahí todo normal. No era la primera vez que lo hacías. Luego, se puso el condón, te puso boca abajo. Te agarró con un abrazo tus dos manos, colocó una almohada debajo de tu vientre, te abrió un poco las piernas, y con la otra apuntó. Disparó. Gritaste. Le pediste que te la sacara. En verdad, te dolía. Se detuvo, pero solo 20 segundos, y siguió. Cada embestida fue más fuerte que la anterior. Te dolía, y te exitaba. No entendías nada. Te viniste por la fricción del movimiento con la cama. En ese momento quisiste parar, ya era tarde. No tardó mucho en venirse luego de ti.
Al final, te pidió que le tomases unas fotos desnudo. Te fuiste a bañar a su ducha, y te cambiaste. Te sentiste sucio, muy sucio. Después, él te guió hasta el lobby del apartamento. Se despidieron, y no lo volviste a ver. Desapareció de tu vida.
Saliste con varios chicos luego de él. Ya sabías cómo era la huevada. Seguías temblando algunas veces. Otras ya no tanto. No acabaste en la cama con todos los que te convenían, pero sí con los que te arrrechaban. No fuiste flete, no. No cobrabas. Lo hacías por placer. Había algo que te
impulsaba a hacerlo, y que no sabías explicar bien. Todo iba bien, pero tu cuerpo se cansó de ti, y lo hizo saber. Te enfermaste gravemente, tus viejos te llevaron a París para curarte. Te sanaste, y volviste a Lima para ser quien eras, pero con más cuidado.
Han pasado 2 años desde aquella vez que lo conociste. No sabes qué será de su vida. Dicen que lo vieron con otros chicos castaños. Le gustan así. Te sientas en la cama de Ernesto. Te abraza la cadera. Haz vuelto a tus andanzas. Te pregunta qué quieres hacer esta tarde, bebe. Le dices que deseas dar una vuelta por el malecón. Te dice que corre mucho aire, y que hace frío. Le respondes que caminar por ahí te calentará.
Y esas fotos?, para que eran?, las publicaba en la red? o simple morbo?.
ResponderEliminarabrazos
Buena narración, la vida de todo un pussy bien hecho...
ResponderEliminary has vuelto a poner la imagen tuya que tanto me gusta, jeje
Saludos querido Max!
Quedé impactado por el realismo de esta narración. Describe sin omitir detalles una situación que, pese a ser frecuente, toma relieve pues con síntesis dejas ver el alma del protagonista, y el indomable atavismo de volver mentalmente a ese momento del inicio.
ResponderEliminarUna linda narración, me ha gustado, me parece bastante realista aunque siempre me quedará la duda de cuanto tiene de experiencia personal.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que bien te salio tu narracion autobiografia Maxie... Oye salgamos a chuparrr!!!!!! Ya no soy tan pollo :)
ResponderEliminarEstebas: Simple morbo, le gustaban los chibolos.
ResponderEliminarDidier Estrada: Gracias, saludos para ti también.
Ignocaiore: Muchas gracias pro tus paalbras, me impulsan a seguir escribiendo.
Peace for ever: Pues ese nivel de experiencia lo dejo a tu voluntad, jajajaja.
Gus: No es mi autobiografía, estúpido, jajajajajjaja. Muy pronto pues.
Jajaja viste? yo soy decente! ... yo no se para que tanta webada, tanta inversión si levantarse a un chibolo es mucho mas fácil... ;)
ResponderEliminarFiccion o realidad? experiencia personal o no? Ello no importa. Quizás alimente el morbo. Pero queda claro que vuestra pluma hoy evidencia ser buena. Logras capturar de principio a fin la atencion en la narracion, breve y simple, y con lenguaje sencillo. Dale, ojala que siga escribiendo otros relatos breves similares. Hasta la próxima. Saludos
ResponderEliminarLemon Guy: Pues, porque le gustaba que le engrían. Así de simple.
ResponderEliminarFabreu: Gracias, fabri.