viernes, 11 de diciembre de 2015

Mesa para uno

De vez en cuando tengo el mismo sueño. Me encuentro frente a una mesa para dos y lo único que sale de mí es un, buenas tardes, ¿ya tienen lista su orden?

Despierto, pero sigo inconsciente. Digamos que floto en una serie de escenarios y las preguntan empiezan a venir. Rebotan contra mi sonrisa fingida. Una pésima sonrisa, por cierto, porque no sé mentir.

¿Eres feliz? ¿Has estudiado cinco años para esto? ¿No que eras bachiller? ¿Esta todo bien? ¿No has intentado ver en otro lado? ¿Postulaste a la chamba que te pasé la voz? Lo que pasa es que eres muy quisquilloso. Nada te gusta. Ay,  Max... Sonrisa. Silencio. Mirada de búsqueda sin respuesta alguna. Vuelvo enseguida.

Entonces, vuelvo al baño o me apoyo contra la barra y nada, la gran, absoluta y jodida nada. La vida no es como una película, Max. Como Cecilia, intento volver, pero me pierdo. Me desespero, pero no grito, solo paso a la siguiente mesa.

Hace poco la vi. Me pareció divertida, fuera de lo común incluso. No vi más hasta el final. Cecilia ha empacado sus maletas decidida a dejar aquel funesto hogar, aquella mala racha, para marcharse a Hollywood con el actor de sus sueños, y avanza rápido hacia el cine, agitada, perdida. Cuando llega, él no está esperándola como le prometió pues el hijo de puta ha tomado un vuelo de vuelta a California; la película está fuera de cartelera junto con sus planes. No le queda dinero para dejarlo todo, pero sí para una entrada. Ingresa a la sala con cierto temor. La sentencia dictada sobre sus sueños vuelve sobre ella. Top Hat avanza. De pronto, Cheek to Cheek. Fade a negro.

De vez en cuando tengo el mismo sueño. Me encuentro frente a una mesa para dos y lo único que sale de mí es un, buenas tardes, ¿ya tienen lista su orden? Y tengo miedo, porque también las películas no se encuentran tan alejadas de la realidad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario