miércoles, 11 de agosto de 2010

Mantengamos la promesa

Salí contigo, porque pensé que podría ser. Pero, no. Me equivoqué. Lo percibí desde que me respondiste con tu manera desinteresada. Te hice caminar un culo, lo sé. Me gusta caminar. Pensé que no te quejarías tanto. Conversamos sobre algunas cosas de mi interés, de tu interés hasta que llegamos al chifa. Creo que más nos allí cuando hablamos de dibujitos animados. Pero no fue suficiente.

Después, nos dimos cuenta que estamos condenados. Tuve demasiado. No sé si tú también. Luego, te hice ir hasta el malecón. Me encanta pasear por allí y oír el sonido del mar chocar con las rocas en la playa. Intenté hacerte sentir algo de mí. Sí, es una manera extraña de hacerlo, y confié en que de una manera te ibas a dar cuenta, mas no. Solo sentías frío, y , en verdad, no me daba ganas de abrazarte. Aun así te seguí platicando. Te la di. Me la recibiste con una sonrisa, y te la puse. Era hora de que vayas a casa.

En el micro, casi ni hablabas. Parecía como si un ratón te hubiera comido la lengua. Solamente sonreías. Se te ve lindo cuando lo haces. Pensé muchas cosas en el trayecto. Pasará un buen tiempo hasta que volvamos a vernos. Ojalá te cuides y cumplas tu deseo.

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