lunes, 23 de enero de 2012

El amante de mis deseos

Todos tenemos un amor platónico. En mi caso, es un amigo, que es guionista. Él es simpático; casi no consume alcohol; vive solo; disfruta de las buenas películas y de comportarse mal con chicos hermosos. También, tiene un poder de atracción increíble. No sé cómo describirlo bien, pero podría aventurarme a decir que es una mezcla de fuerte sexualidad, carisma e inteligencia, lo que hace de él alguien muy atrayente.

Él me atrapó. La primera vez que lo conocí fuimos al cine, y luego al departamento en el cual vivía. Tuvo la gentileza de compartir conmigo sus revistas de moda, ya que tiene una fijación por los modelos, y de hacer lo mismo con su música. Me pareció un hombre increíble, pero yo a él no. Primero, tenía menos edad que él; el cabello muy desordenado para su gusto, y resultaba muy tranquilo, por no decir aburrido, como para satisfacerlo. 

Por cuestiones que no sé explicar, dejamos de hablar. El encontró el amor en su natal Trujillo y marchó a Cusco con aquel que lo volvía loco en la cama. Estuvo 3 meses viviendo en la ciudad del inca hasta que su pasión por él se desvaneció y regresó a Lima. Nos vimos una vez, pero ya no fui a su departamento, sino a caminar. A él le encanta andar, y hablar de música, y de cine. Yo no sé mucho de lo primero, pero me satisfacía con oírlo.

A mediados del año pasado intenté vagamente que él y otro conocido mio salieran, pero el desinterés del segundo impidió que las cosas avanzaran. Luego, el escritor conoció a un chico. Sí, un muchacho con un año menos que yo a quien usó a su antojo en la cama haciendo que él llorase y gimiese de placer casi sin poder separar uno del otro. Aprovechó de este hombrecito su juventud, ingenuidad y sumisión para hacer visible su fuerza endemoniada y exponer sus deseos sexuales.  Mi literato viajó de nuevo a Trujillo sin más. Lamentablemente, el alma del chico no pudo soportar mucho.

El sexo rudo había penetrado su inocencia, y tenía que frenar para no dañarse más. Mi amigo se dio cuenta que lo amaba, pero era tarde. No había más piel suave, ni gimoteos, ni amor para cuando el pisó Lima nuevamente. Lo visité para conversar; ver Manhattan, y autoflagerlame un poco con el pensamiento, mientras él me  porfiaba su secreto. Yo desarrollé un recelo muy particular por el hombrecito, pero me apiadaba cuando me imaginaba el huracán que debió haber sentido en su interior.

Mi querido dramaturgo se ha portado muy mal desde aquella vez. Ahora quiere viajar. Uno de sus amantes le ha pedido que vaya a Argentina, y él no resiste la oportunidad de tomar un aire en otros espacios. Me ha dicho que volverá, que no me preocupe. Solo espero que el aire sureño le dé un respiro a su corazón, y que eyacule su deseo con buenos hombres.

2 comentarios:

  1. Yo he tenido varios amores platónicos. Durante una época larga de mi vida eso es todo lo que tenía.

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  2. Arion: A mí me hubiese gustaría tener más...

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