miércoles, 19 de octubre de 2011

Noche de verano

Caminar por Av. La Marina es una de las cosas menos agradables que existen en Lima. Puede resultar peor si a tu caminata le agregas un aire frío, y más si la realizas un 25 de diciembre acompañado de un tipo que no sabes por qué te acompaña, pero lo hace. Él tenía 10 años más que yo, un camino accidentado, varias experiencias, una bonita sonrisa, un ego incontrolable, y buenos modales para conmigo. Yo  tenía 17 años, muchas dudas en mi cabeza, conocía a 3 o 4 gays, y soñaba con pasar cosas bonitas con alguien luego de lo tormentoso que habían sido mi año.

No creo que le llegó al pincho mis cambios de humor, pero sí que lo aburrieron. Era macito, un niño, al fin y al cabo, como me lo decía cada vez que pisaba realidad, y un niño no puede estar con alguien que ha recorrido tantas cosas. Existen demasiadas diferencias que van desde el hecho que él tomaba cuba libre y yo coca-cosa en una discoteca, hasta el manejo de independencia de cada uno. Por supuesto, me hacía de la vista gorda, y como todo buen chico de diecisiete, pensaba que todo se podía solucionar. Además, dentro de poco tendría dieciocho, y podría hacer lo que quisiera. En otras palabras, podría entrar a cualquier discoteca, bar, hotel, etc., con quien desee sin que me jodan.

Me forjé muchas ideas, como es normal en mí, y  súbitamente él siguió con su vida. Me molestó un poco que se desapareciera tan repentinamente. Lo recontraputeé muchas veces en mi cama.  No negaré que tuvo algunos argumentos para hacerlo, pero como estaba jodido, poco me importaron. Aunque, no guardé ningún sentimiento de rencor hacia él. No había por qué. Es decir, ¿qué puede pasar por la mente de un tipo de 27 años con un trabajo relativamente estable que sale con un post-púber que con las justas articula sus palabras para poder describir ciertas cosas?, ¿por qué habría de odiarlo toda la vida si nunca me prometió nada?

Aprendí tres grandes lecciones luego de salir con él. La primera fue que un chico de 17 años no debe salir con alguien que tenga tantos pajazos mentales como él. Si es jodido tratar de desifrar que es lo que pasa por la mente de uno, peor es tratar de pensar lo que pasa por la del otro. Luego, que ciertos hombres mayores son en verdad estúpidos, y no vale la pena pensar mucho en por qué se desaparecen de la noche de la mañana. Al final, ellos se la pierden. La última fue que es tonto tratar de actuar maduramente solamente porque sí, sin tratar de comprender bien qué es lo que pasa. No es bueno saltarse etapas de la vida con el fin de madurar. Las cosas avanzan a su propio ritmo, y eso está bien. 

Aquella noche estaba cansado, y su manera tan poco sutil de hacerme notar que le llegaba ligeramente que le toque la mano en el cine y que sea tan lento en tratar de comprender ciertas cosas que él, obviamente, a esa edad comprendía bien hicieron que me quede pensando qué había hecho para llegar hasta ahí. Mi cabeza explotó buscando respuestas, pero la cuestión era simple: él no la estaba pasando tan bien, y no la quería cagar(, o eso creo yo).

Quizá sí sea "bieeen lenteja", como me decía mi profesora Claudia de segundo grado, pero es mi manera de ser. Poco a poco trato de no pensar tantas cosas absurdas, y simplemente reflexionar lo suficiente. Es bueno para mi salud a veces ser menos estúpido de lo normal. Estoy creciendo. Ahora él ha pasado a ser un buen conocido. Le van con su nuevo blog. Sigue escribiendo, jodiendo, y ha dejado de lanzarme proposiciones indecentes: ya no tengo 17.

2 comentarios:

  1. Yo creo que a veces perdemos de vista que tener más años son tiene porque significar ser más maduro. Por otro lado hay poca gente dispuesta a ayudarte, a soportar tus malos rollos... Y al final la gente va pasársela bien ¿no crees?

    Un abrazo.

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  2. Peace for ever: Pues sí, pero igual me gusta siempre tener a alguien.

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