domingo, 4 de noviembre de 2012

No eres tú, soy yo

Aquella madrugada, en el taxi camino a casa, recordé a Ortega y Gasset: Yo soy yo mis circunstancias. Estaba bajoneado. Si las casualidades existen, se habían puesto de acuerdo para encontrarse en Círculo bar. Esa noche el chico que me gustaba y el que me quería dar vuelta pasaban delante de mí cual espectros y no sabía cómo reaccionar. Jugaban con mis nervios y mi ansiedad haciéndome fumar más de lo habitual, y me provocaban más de un ataque de neurosis.

Me perdía en mí, y solo atinaba a negar con la cabeza todo tipo de preguntas que me caían cual flechas. Me imaginé al pobre de San Sebastián. La diferencia entre él y yo es que no vivía un estado de éxtasis, sino uno de desesperación, y cada disparo no hacía más que aturdirme. ¿Acaso no te gusta? ¿Por qué no tomas? ¿Te encuentras bien? ¿Quieres Irte? ¿Qué te pasa? ¿Por qué hiciste eso? ¿Qué te importa? Solo negaba todo. Jugaba a sentirme desorientado y ebrio para así no tener que preocuparme más por mí mismo y los demás. Lamentablemente, mi plan no duró mucho. Salí de allí con quien no quería, extrañado por lo que acababa de ocurrir.

Volví temprano. No me acosté bien. Me retorcía entre mis sábanas reflexionando sobre mi culpa de un pecado que no cometí. Era como Ligia, sí, una prostituta virgen. Solo deseaba entregar mi cuerpo al destino para así librarme de las tentaciones de la carne, que me quemaban y arrastraban a pensamientos tórridos que me confundían y me hacían llorar. Sin embargo, dormí bien.

Me desperté  con ganas de saber de él. Quería verlo. Todo era muy estúpido, y me parecía surreal. Saber de él, ¿acaso estaba ilusionado? No importaba, se lo hice saber. Esperé unos minutos, hasta que recibí una respuesta suya: "No eres tú, soy yo". Allí comenzó el problema

¿Y por qué tienes que ser tú? ¿Por qué no puede ser simplemente una mala circunstancia, y el sábado continuar? ¿Es que tus decisiones están supeditadas a situaciones concretas dentro del ritmo de la vida? ¿Es que me has reducido a un mal encuentro nocturno y a un antifaz que ocultaba la vergüenza en mis ojos? No creo que comprenda el porqué de su accionar alguna vez. No pretendo indagar más tampoco. Pero, me consta, ahora más que nunca, que si él hubiese querido también que las cosas fuesen distintas, lo habrían sido.

No se puede ser mártir por siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario