miércoles, 28 de noviembre de 2012

Intervención limitada


Han pasado casi 23 años (1989) desde la primera vez que se llevó acabo. Aquella estuvo liderada por Henry Pease, como iniciativa de Izquierda Unida para hacer frente al avance de Sendero Luminoso (SL) en Lima. Una sensación de temor invadía las calles de la capital, pues la amenaza de ataques de SL, que había convocado un paro armado, estaba inscrita en el corazón de los limeños; no obstante, ésta se realizó con éxito y fue así cómo venció la democracia.

La Marcha de la paz de este año deja un gusto un poco ácido si se analiza más allá de las buenas intenciones y los fines que ésta perseguía. De cierta manera, es una buena representación actual de la relación entre los jóvenes y la política.

En primer lugar, refleja la débil integridad inter-universitaria actual: el hecho que mayoritariamente alumnos  la UNSMS, la PUCP y otros pequeños grupos de estudiantes de otras universidades y de organizaciones no gubernamentales sean los únicos que asistieron demuestra el escaso sentido de solidaridad imperante.

“Existe poco interés por participar de actividades políticas en los jóvenes universitarios”

Así mismo, la exigua confluencia de asistentes evidencia el estado de apatía por formar parte de una actividad sociopolítica actual. Existe poco interés por participar de actividades políticas en los jóvenes universitarios. No hay en el país una cultura cívica que incentive a los ciudadanos a tomar acción participativa democrática. Por ello, manifestaciones como la sucedida no tienen el impacto debido.

No es, pues, cuestión de organizar un evento que busque refrescar la memoria, sino de concientizar a aquellos que aún están en las aulas sobre la importancia de su participación para mantener viva una cultura democrática y así hacer frente a los que pretenden deslegitimarla.


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