domingo, 12 de junio de 2011

El mancebo

No recuerdo cuál tarde de sábado fue cuando caí en cuenta que era su amante. Salimos varias veces a caminar, y nos acostamos otras tantas. Nos veíamos con determinada frecuencia, y mi cuerpo aún temblaba cuando se me lanzaba encima antes de empezar la faena. Nada me parecía fuera de lo normal; sin embargo, ese día, luego de aconsejarle cómo debería hacerle el amor a su novio, fue distinto: lo supe por primera vez.

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Allá por el 2008, cuando era un mocoso poco conocido, y no gustaba de vicios, tuve la dicha de tener varios encuentros sexuales. No me codeaba con muchos gays, y los poco que frecuentaba no los trataba más de 3 o 2 veces, según la calidad del polvo. Quería "curiosear". Tenía apenas 16 años, y mis hormonas estaban a flor de piel. No recuerdo con exactitud con cuantos me acosté por aquel entonces, pero sí recuerdo a alguien especial: el Charrúa.

Lo conocí de la misma manera que a los demás: a través de El Chat. La primera vez que lo vi no paraba de tartamudear por los nervios. Eso más mi timidez me hizo quedar como el púber más gay que él hubiese conocido; no obstante, no tardé mucho en visitar su departamento y en saber algo más de él que sus tallas. Él es estudiante de derecho una prestigiosa universidad, y salía con un chico bonito de un instituto de diseño muy popular, el Castañito.

Nunca traté en persona al novio del Charrúa, aunque su manera apasionada de relatarme cómo era él me bastaba para darme una hermosa idea de aquel muchacho, que no sabía de mi existencia. Cada encuentro su alma salía al aire, y me fascinaba cuánta misterio y belleza podía hallarse en alguien que apenas me llevaba 2 años, por eso le agarre afecto.

Siempre el Charrúa fue muy cortés y gracioso conmigo, pero ese día apenas me dirigió la palabra, algo no estaba bien. Me daba pena verlo así. Le pregunté qué pasaba. Me dijo que tenía problemas con el Castañito. Entonces, comenzó a contarme sus problemas de alcoba con él. Lo escuchaba entre excitado y preocupado. Estaba así cuando me miró a los ojos, y cayó. Yo solo sonreí, y le empecé a decir qué cosas me agradaban, cuales no me gustaban, y qué otras podría probar con él. Allí todo cambió.

Después de aquella tarde, nos seguimos viendo otras tantas veces. Sus atenciones hacia mí aumentaron, así como la distancia entre cita y cita que acordábamos. Con el tiempo, lo dejé de ver; aunque, aún mantengo contacto con él. Su relación de pareja acabó hace meses, pues el Castañito huyó cansado de Lima gris y la presión, y se alojó en los brazos de un pintor, pero esa es otra historia.

No he vuelto a compartir otro hombre como lo hice con él. Algunas noches su recuerdo hace que se me dibuje una sonrisa estúpida en rostro, o que mis manos suden más de lo normal. No me arrepiento de lo que fui. Ahora quiero probar ser novio, pero me resulta más complicado.

2 comentarios:

  1. Un pussy relato. Me agrada muchísimo como escribes, no quiero sonar adulador pero realmente disfruto el leerte, sigue así y no te desaparezcas por tanto tiempo

    saludos!!

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  2. Te veo muy relajado y positivo, me gusta. Espero que encuentres un buen novio.

    Un abrazo.

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