sábado, 26 de febrero de 2011

La salida

Caminas rápido hacia la puerta del centro comercial. Estás ansioso. Es la primera vez que saldrás con él. Crees que es un poco marica, pero qué más da. Luego, recuerdas a tus amigos. Si te ven con él tendrían con qué joderte, pero tampoco te importa. Crees que, con suerte, quizá acaben en tu cuarto. Te lo imaginas desnudo descansando en tu cama: la idea es exitante. Su cuerpo es delgado, sus ojos de color almendra, su piel transparente y su cabello castaño. Todo su cuerpo es hermosamente proporcionado. Sin embargo, lo que más te gusta son sus ojos. Más de una vez te has perdido en ellos cuando te has cruzado con él en la universidad. Cuando menos te das cuenta, estás de pie al costado de la farmacia. Se aproxima cautelosamente hacia ti.

Te recibe con una sonrisa tímida en el rostro mientras extiende su mano débilmente para estrechar la tuya. Viste converse, un pantalón gris y su chompa negra de toda la vida. Pareciera no que tuviese más ropa. Se quedan inmóviles unos segundos. Una vez cerca lo vez más niño. Percibes una ternura especial, a pesar de lo coqueto que es. Es una buena mezcla. Te encanta que sea así. El chico tiembla un poco y aun así persiste en tener sus ojazos clavados en ti, a la espera que le digas algo. De pronto, sueltas un "hola", y la sonrisa se desvanece de su rostro. Ha dejado de contemplarte. Te dice que quiere caminar, y dices que está bien.

Esquiva tu ser, pero quieres más. Persistes. Le cuentas cómo es un día en la vida de Víctor. Pero poco le interesa. Prende un cigarro y lo fuma a la par que camina a paso ligero y con la mirada perdida. Sientes que ya no está contigo. Te desesperas. No sabes qué hacer. Si pudieras, le sostendrías por la fuerza y le dirías qué pasa, pero no puedes. Hay algo en ti que te impide hacerlo. No, no es la vergüenza. Es él. En verdad, anhelas conocerle más a fondo, pero, ¿cómo hacerlo si aquel no se deja? Sudan tus manos, y tontamente te secas en los bolsillos del pantalón.

Su silencio te mata, ¡y a él no le importa, y lo sabes! ¿Por qué es así! La situación te resulta incontrolable. Eso te jode. Te molesta no saber qué hacer. Deseas golpearle, hacerle gemir de dolor para que después se vuelva hacia ti pidiéndote perdón. Solo lo harías por el placer de oír sus gritos que, aunque desdichados, son tuyos, y de nadie más. Sientes que lo odias y amas, pero sus ojos te hacen olvidar todo. Estiras tu mano un poco para acariciar la suya, pero pronto suena un celular. Él se retira hacia un lado sin más, parece que está discutiendo con alguien. Qué descortés de mierda.

Después de dejarte plantado unos minutos, regresa. Ahora sí se muestra dispuesto a halar, aunque sabes que eso no es un buen presagio.
-Tengo que irme.
Quieres darle un buen golpe para que se le quite lo cojudo, mas te aguantas.
-¿Por qué?, ¿no se supone que hoy estabas libre?
-Sí, pero mi vieja me llamo- responde él de manera tajante. Ha ocurrido un problema y tengo que irme ya.
Blanco. Tu mente se ha vaciado. Dudas si confiar en sus palabras o no, pero el temor de espantarlo te retuerce. Siempre ganas. Perder no es algo común para ti. Tienes que hablar ya, o quedarte callado siempre. Espera tu respuesta. Comienzas a pensar qué pasaría si hubiesen salido otro día, qué hubieses ocurrido si hubieras sido tú el que habría recibido tal llamada, y otras cosas más.
-Si tienes que irte, ve.
-Ok, un gusto- dice frívolamente.
-Adiós, ojalá nos veamos pronto. Y se marcha.
Vuelves en tu sitio. Tratas de entender lo que acaba de ocurrir. No está loco para actuar así. ¿Qué carajo hiciste? No comprendes su actitud. Sientes cólera, pesar. Solo te queda esperar. Si es que al final vale pena hacerlo, no lo sabes. Quieres creer que sí. Yaces de pie quieto. Él se aleja a paso rápido y con la frente en alto. Mientras avanza, dice para sí:
-Piurano de mierda...

martes, 1 de febrero de 2011

La pasiva malinterpretada

Hacía mucho que Carlos no salía. Estaba emocionado. Esa noche se vería con sus novios y algunos amigos después de mucho tiempo. Tomó una ducha, cogió su mejor pussypolo, unos shorts, sandalias, y se fue a W sintiéndose el chico más sexy del mundo. En el carro, se miraba de tanto en tanto las piernas. Por momentos, creía que se le veía muy perra, pero no importaba. A veces menos es mejor.


Entró con la cabeza alzada, y una mirada más seria de lo normal. En una esquina del lobby, lo esperaban Thiago y Esteban con otros. Corrió hacia ellos, y los saludó con un fuerte abrazo, luego hizo lo mismo con Nandito y Joaquín. Casi inmediatamente, se pusieron a hablar sobre el cumpleañero, Matías. Este era un chico no tan agraciado, medio ingenuo y tan gay o más que los demás, que había decidido dar un tono en W. ¿Qué clase de persona hace uno en un lugar para buscar puntos?, se preguntaban todos.



Como se les secó la lengua de tanto raje, decidieron comprarse unas jarras de cerveza. Estaban tomando cuando Nandito escuchó un ruido. Era su celular. Tenía una llamada, pero venía de un número desconocido; sin embargo, la contestó. ¿Dónde está Matías!, fueron las palabras de aquella voz grave y molesta que todos escucharon. En ese instante, él salió corriendo del grupo, dejándolos con la curiosidad de saber quién era.





Mientras discutían sobre quién podría ser, el chico volvió con una expresión en su rostro que denotaba mucha ansiedad y éxtasis. Es su viejo, les dijo, el webon se ha equivocado y les ha dado mi cel. Los presentes se quedaron soprendidos. Esteban se hallaba a punto de arrancarle el celular, pero como Thiago ya sabía lo que iba a ocurrir, se fue junto con Carlos y Joaquín a bailar. En la pista, los murmullos aumentaban más, los efectos del alcohol se comenzaban a sentir, y alguna que otra mano comprobaba el material del short. Todo iba bien.



Carlitos nunca había bailado tan pussymente delante de sus novios, ni lo había disfrutado tanto. Algunos roces no siempre son casuales, y esa noche lo corroboró más de una vez. Como se sentía cansado, se fue al baño a lavarse la cara. Atrás de él, Nandito le decía al señor que no localizaba a Matías por ningún lugar, y más allá un chico gordo escuchaba toda la conversación hasta que terminó de hablar. ¿Qué mierda haces hablando por el celular con su papa?, dijo el mudo.



Todos en el baño voltearon, la cara del chico se puso pálida, y Carlos lo jaló a un lado. Desaparece antes que se arme el chongo de la vida, le susurró al oido, y se hizo humo.





-¡Tú sabes algo!- espetó el grueso. ¡Sabes que sus viejos lo van a cagar!



-¿Qué chucha hablas, webon! A mí no me metas en sus roches- le respondió el divino, y se fue con los suyos.




Thiago y él pidieron una jarra más, y decidieron que era hora de irse con Esteban y Joaquín. No obstante, este último se quedaría a acompañar a Nandito en caso ocurra lo peor. Cuando salían, lady traca hacía un escándalo mostrándose como la víctima de una supuesta llamada a sus viejos para joderle la noche. Sus quejidos no lo iban a salvar cuando regrese a casa. En el taxi de regreso, Carlos divisaba cómo las nubes se volvían más celestes y el sol se hacía notar más. Sabía que tenía que volver temprano, pero ya no importaba.